Quizá los habilitados nacionales, perdón, estatales, por nuestra presunta preparación y, más presunta aún, independencia, somos de las pocas personas que podemos hablar de política… Hoy un servidor se va a atrever con ello, hablaré de política… local. La “gran política”, la nacional, perdón, estatal, la considero importante pero poco interesante, así que (de momento) los miembros y miembras del Gobierno y la oposición pueden dormir tranquilos (¿pueden?).
Hace poco, en una de esas aportaciones técnicas que no lee casi nadie, hablaba del concepto “gobernabilidad” en relación con la integración europea (esa cosa que Irlanda y otros no quieren, pero que es buena e inevitable). Pues bien: decíamos aproximadamente que el protagonismo en los extremos de la Comunidad Europea (en lo más alto) y de los Ayuntamientos (en lo más próximo) debía articularse volcando competencias y, sine qua non, medios, a estos últimos. Si concebimos esta idea dentro de un Estado complejo como el nuestro, sin duda se requiere una descentralización desde las Comunidades Autónomas hacia los Ayuntamientos.
Siguiendo el razonamiento, el paso siguiente a esta descentralización de segundo grado es la despolitización de las decisiones, afirmación esta que conviene precisar. En efecto, el incremento de las competencias locales debe conllevar implícito un aumento de poder político en el sentido de que las competencias, para que se entiendan realmente transferidas, deben acompañarse de amplios poderes de decisión sobre las mismas, porque de lo contrario estaríamos delegando meras “competencias de ejecución”, sin ningún margen de discreccionalidad política, y esta etapa debe entenderse superada.
Desde este punto de vista resulta claro que el poder político de las Administraciones Locales (sobre todo municipales) está llamado a aumentar, lo cual es estrictamente cierto. Los Alcaldes del futuro, sin perjuicio de los adecuados mecanismos de control, serán “gestores públicos” importantes, decisores y decisivos, y gozarán, dentro de las directrices europeas, nacionales y autonómicas de un amplio margen decisorio y aplicativo. No obstante este planteamiento parece contrario al de la aludida “despolitización”, y sin embargo no lo es. Lo cierto es que, en efecto, las decisiones locales (derivadas de las facultades decisorias transferidas de forma inherente y simultánea a las nuevas competencias) serán cada vez más “políticas”, y ello porque aquí el término “poder político” equivale a “poder de decisión” (decisión política), y además la autonomía municipal es una “autonomía política” (en contraposición a la clásica y superada “autarquía administrativa”). Pero, quizá contradictoriamente, cabe afirmar que estas “decisiones políticas” irán perdiendo paulatinamente el enfoque partidista de la política clásica, ya que una cosa es que las decisiones locales sean “políticas” y otra bien distinta es que tengan “color político”. Dicho de otro modo: este aludido “gestor público” que es al Alcalde, el cual pertenecerá (o no), a un partido nacional, defenderá una gestión municipal propia (su gestión municipal), tendente a mejorar, según su criterio, las condiciones sociales, urbanísticas, socio-culturales, etc… de los ciudadanos de su municipio. Es cierto que se suelen mantener ciertas tendencias (calificables, según la terminología clásica que tratamos de superar, como “de izquierdas” o “de derechas”), que los partidos nacionales pueden presionar, y que incluso se puede afirmar que tras cualquier decisión subyace una ideología; pero ahí estará esa figura fuerte y autónoma (e incluso independiente, hasta el punto que él quiera), que goza de una legitimidad democrática que avala su autoridad. Opinamos que los Alcaldes son los políticos del futuro, y que se deben a su pueblo mucho más que a su partido. Pueden y deben tomar decisiones, miles de ellas, y deben hacerlo con el convencimiento de que deciden en cada caso lo mejor para el municipio, y este planteamiento es independiente e incluso incompatible con el partidismo. La imparcialidad es, por naturaleza, objetiva, y la objetividad es, por definición, apolítica.
Mientras las listas sean cerradas y las redacten las directivas de los partidos la indenpendencia de los alcaldes respeto al partido que los puso siempre será relativa.
Soloción democratica que nunca aceptarán los partidos, elecciones municipales con listas abiertas.
Es precisamente en los municipios donde más se conoce a las personas. Por encima de las ideologias tiene sentido votar a ciertas persona de valia conocida que se presentan en listas de distintos partidos y los ciudadanos optarian (en su criterio) por los candidatos más aptos y no por los partidos.
Eso si será un avance democratico. ¿se dará?
Hoy la participación ciudadana en la toma de decisiones es técnicamente viable y democráticamente deseable.
El Concejo Abierto del siglo XXI llama a la puerta, ¿ quien no lo oye ?.
Hola,
no estoy completamente de acuerdo con que la política local vaya a quedar desvinculada de los partidos centrales, pero admito que ese y otros temas tangenciales que se exponen en el artículo son muy interesantes. En lo que sí estoy absolutamente de acuerdo es en lo de la descentralización de segundo grado, y en que los Ayuntamientos tengan más competencias y MEDIOS. Sin duda, en un sistema presidencialista, estas competencias serán ejercidas, salvo que se cambie el sistema y mal que nos pese, por los Alcaldes.
Gracias por el interesante post.
Al fin y al cabo, el control por parte del partido central no es tan malo si lo vemos como una forma de control más. No es o puede llegar a ser mucho más peligroso un Alcalde «independiente»?