El último fin de semana me ha servido para ver mucho deporte en televisión, que es la manera más cómoda de hacer deporte, y lo que he visto me ha sugerido una reflexión un poco atípica, y nada profesional sin duda, que quiero compartir con quien lea estas líneas. Estamos en las fases últimas de las competiciones europeas de los deportes más populares, y todas ellas tienen sistemas parecidos en los que se celebran muchos partidos durante la temporada, para que los equipos puedan generar importantes ingresos y conforme se acerca el último asalto, se producen las eliminatorias más reñidas, para determinar los cuatro equipos que llegarán a la final, propiamente dicha; ésta se celebra en una ciudad en dos días, y afectan a cuatro equipos, son las denominadas “final four”; por lo que respecta al fútbol, se mantiene el clásico sistema de final a un solo partido. Hasta aquí no hay nada novedoso, y todos los aficionados al deporte conocen de sobra este sistema. La reflexión me surgió viendo las semifinales de balonmano, en las que el Renovalia Ciudad Real (antiguamente patrocinado por CCM y el aeropuerto manchego) vapuleó a un equipo alemán y, por su parte, el Barcelona Borges hizo lo mismo con otro equipo germano; ambos jugarán la final contra otros dos rivales alemanes, Hamburgo y Rhein Necker Lowen, respectivamente, y en Alemania. Como aficionado, el resultado fue estupendo; pero como economista, (qué vamos a hacer, cada uno hace lo que puede) me produjo la sorpresa de ver cómo unos equipos españoles, plagados de jugadores extranjeros, eliminaban a equipos potentes, con jugadores en su mayoría alemanes.
La paradoja nace al suponer que esas rutilantes figuras extranjeras están jugando en España por motivos económicos, es decir, aquí cobran más de lo que podrían cobrar en otros países europeos, pues no creo que la calidad de vida y las ventajas del clima compensen unos menores ingresos.
La sorpresa sigue al ver que en fútbol llegarán a la final europea el Barcelona y, casi seguro, el Manchester, si elimina al alemán Shalke 04; en la “europe league” la final será para dos equipos portugueses; en la competición de baloncesto, la final será para Maccabi (israelita), Panathinaikos (griego), Motepaschi (italiano) y el Real Madrid. O sea, que salvo la presencia de un equipo británico, que cotiza en bolsa y suele salir siempre en los primeros lugares de las listas de clubes más potentes del mundo, y el Maccabi, sólo nos faltaría un equipo irlandés para que las finales de los torneos más importantes de Europa la jugasen representantes de los PIIGS, es decir, de los países europeos con peor situación económica que, para colmo, necesitan el apoyo del resto de socios de la Unión Monetaria.
Ante este hecho que, por cierto, no es la primera vez que sucede, surge una primera conclusión de forofo: ¿cómo no van a enfadarse los alemanes con los países del sur de Europa, si no les dejan ganar nada en ningún deporte? Pero también se derivan consecuencias de tipos económico:
1) ¿Pueden unos países tan endeudados con el resto del mundo y necesitados de soporte exterior financiar ese potencial deportivo? Como he apuntado, estos éxitos se consiguen esencialmente a base de presupuesto: en el deporte profesional está muy contrastado que hay una clara relación entre capacidad económica y éxito; salvo que se cometa un error tremendo al elegir a los responsables deportivos, las clasificaciones de casi todas las competiciones reflejan al final las diferencias de presupuesto.
2) ¿Cabe pensar que los derechos de las televisiones de esos países generan realmente tantos recursos por la publicidad como para compensar a los clubes por el uso de su imagen? Si las televisiones fueran privadas, se diría que es responsabilidad exclusiva de sus gestores saber si la ecuación cuadra pero, por desgracia, muchas de ellas son públicas y si esos cálculos no salen bien, al final hay que recurrir a la ayuda del Estado para cuadrar.
3) ¿La capacidad económica de las masas sociales de eso equipos soportan realmente el presupuesto?
4) Los patrocinadores realmente libres obtienen los retornos esperados de sus inversiones en publicidad en esos clubes y competiciones?
Se mire por donde se mire, tanto éxito deportivo requiere financiación; ésta suele proceder en una gran parte de apoyo institucional en casi todos los países del sur; y aunque a todos los aficionadas nos hace inmensamente felices ver tanto éxito, y salimos a las calles a celebrar con euforia los buenos resultados (¿cómo olvidar el pasado Julio?), los países con difícil situación económica no deberían gastar tantos recursos en este tipo de ocio – negocio.
No estaría mal que también en esto aprendiéramos de los que más saben del negocio del deporte, los norteamericanos, que hace ya tiempo inventaron los topes salariales a los clubes para igualar la competición y ahora se están planteando el cierre empresarial de algunas franquicias e incluso ligas nacionales por los malos resultados económicos que están cosechando: hay que escarmentar en cabeza ajena, o por lo menos, dejar que algún equipo alemán gane alguna vez una competición importante, para que no se enfaden quienes tienen el ahorro que tanto necesitamos; de hecho, este año sólo les queda la esperanza del balomnano, y no es seguro que ganen, ni con el factor campo a su favor.