Las reglas del juego

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Asistimos estos días al anuncio de un asunto de suma importancia, algo que atañe directamente a los ciudadanos y de forma directa a los que trabajamos en y para la Administración Local. Nada más y nada menos que se está planteando  un cambio en el sistema de elección de Alcalde. En estos momentos aún no sabemos si como en otras ocasiones se trata de que se ha lanzado un globo-sonda a ver por dónde respira el personal o bien las intenciones del partido gobernante van en serio. En cualquier caso es necesario hacer unas cuantas reflexiones de urgencia, puesto que estamos a ocho meses de las elecciones.

 Sea o no mejor el sistema a implantar, desde el punto de vista formal y democrático no parece muy acertado cambiar las reglas del juego cuando está acabando el partido de los mandatos locales. Ha habido  más de dos años de mayoría parlamentaria absoluta en el Congreso como para poder haber planteado la cuestión con más detenimiento y sosiego. Cambiar el sistema  en el último momento, aunque se pueda estar de acuerdo en el fondo, deslegitima en gran medida la reforma por las formas.

 

Parece que la reforma se mueve hacia lo que se pretende que sea una elección directa de los alcaldes. Recordemos que en el artículo 140 de la Constitución deja abierta la posibilidad de elección: “Los Alcaldes serán elegidos por los Concejales o por los vecinos”. En estos momentos son elegidos por los Concejales, elección pues indirecta que provoca en ocasiones naturales  perversiones que se pretenden corregir.

 Un cambio de sistema de este calibre debería de gozar de un consenso generalizado. Es una norma de organización política de tal importancia y  enjundia que el mero sentido común indica que sea necesario alcanzar un elemental acuerdo de base de las fuerzas mayoritarias.

Para un demócrata biempensante e ingenuo es un bonito debate de teoría política. En primer lugar, determinar qué es más democrático y más sano. En segundo lugar, cómo cohonestar democracia, representatividad y gobernabilidad. Sin embargo, aunque seamos bienintencionados, no podemos ser demasiado ingenuos. Las cúpulas de todos los partidos calculan en estos momentos los efectos que la medida pueda tener sobre los resultados electorales. Obviamente, desde un análisis de la actual realidad política, parece bastante claro que con el actual sistema el PP perderá bastantes alcaldías por mor de las habituales pinzas que realizan el resto de partidos. Salvo que el PP obtenga mayorías absolutas es difícil que alcance poder, dado que el resto de partidos no pactan habitualmente con el mismo, ha sido una práctica normal. No podemos dejar de recordar el conocido Pacto del Tinell.  

La izquierda (por llamarle de algún modo que nos podamos entender puesto que desde mi punto de vista la pugna conceptual  izquierda – derecha está bastante superada), está fragmentada, habiendo sido muy normal que pacte con otros partidos más a la izquierda y con nacionalistas.

 Y ahora el fondo del asunto. Partiendo del hecho que tan democrático es el sistema actual en el que son los concejales los que eligen al Alcalde, como uno que pretenda que sean los ciudadanos directamente quienes lo hagan, hay que tratar que además de eso, finalmente el Ayuntamiento sea gobernable y puedan aprobarse los presupuestos, las ordenanzas fiscales y todas las políticas inherentes al ideario del partido que gobernará.

 Así pues, el debate se centra en si mantener  el actual sistema, elección indirecta que no asegura mayoría absoluta de quien gobierna puesto que si no prosperan los pactos puede que gobierne quien encabece la lista más votada, o bien elección directa, en la que los ciudadanos eligen sin intermediarios. Y si se articula este sistema, habrá que ver si se hace a una o dos vueltas.

 Personalmente me parece que un sistema de doble vuelta es apropiado para armonizar democracia y gobernabilidad, aunque habría que establecer algún mecanismo para que quien gobierne disponga de mayoría de apoyo. Básicamente el sistema de doble vuelta, además de facilitar la gobernabilidad mejora la participación ciudadana ya que es mejor que sea el ciudadano quien apruebe o no las coaliciones que le son presentadas a  priori, abierta y previamente en vez de tener que padecer en ocasiones pactos muy “raros”. Por el contrario tiene como efecto negativo que las fuerzas minoritarias se ven infrarrepresentadas.

 Y aunque se puede argumentar que si bien se está terminando el mandato de los actuales electos locales se está a mitad de legislatura nacional, ello no significa que sean oportunas estas prisas en cambiar un poco antes de que se materialice el hecho de que muchos actuales alcaldes se van a tener que ir a su casa. Es el producto sin duda de lo que vaticinan esas encuestas que todos niegan por si acaso y de los consiguientes nervios de muchos actuales alcaldes que no las tienen todas consigo.

 

 

1 Comentario

  1. De nuevo la sensatez de quien conoce la realidad local.
    Sólo un pero (o un corolario): Somos demasiado ingenuos y biempensantes: creo que las propuestas de globo sonda van más allá de elección directa sí o no.
    En efecto, o mucho me equivoco o lo que se plantea en el fondo es una laminación absoluta del sistema electoral de corte representativo (con corrección mayoritaria), que como Ley d’Hondt conocemos desde que se recuperó la democracia en la segunda mitad de los setenta del siglo pasado, y sustituirlo por un modelo mayoritario (ojo, y no solo para las EELL: hay quien ha echado las cuentas en su CA y ve que tendría que ir buscando trabajo, y por eso propone que también se aplique a las CCAA…) que efectivamente está por improvisar, y que si se «tira para adelante» si en dos meses no se alcanza el necesario consenso con el principal partido de la oposición (sic Sr. Presidente del Gobierno), al que por cierto (no sólo al presidente, sino al principal partido de la oposición), también le debe ir la vida en ello pues no salen las cuentas, extrapolando los resultados de las últimas europeas.
    Pues eso, que lo que en realidad se plantea es que con un 35 ó un 40% de los votos pudiera tener mayoría absoluta un alcalde/sa o un Presidente/a de CCAA y ya los diferentes grupos/grupúsculos de la oposición, pues «…ya si eso…» a la próxima…
    No está demás repasar los apuntes de primero de carrera: el pluralismo político que garantiza la Constitución es, entre otros, el soporte jurídico de un sistema representativo que hasta ahora ha venido funcionando.
    No sabemos si la premura e improvisación tan desgraciadamente habituales incidirán -también- en esta materia de tan trascendente regulación para la vida -no sólo política y económica sino ante todo social de este pais-, pero a nadie sorprende ya la lamentable caída en picado de la técnica normativa de los últimos gobiernos (central y autonómicos) y que pudiera derivar en una tacha de constitucionalidad, por otra parte, de irrisorias consecuencias, pues de aquí a seis o siete años en que el Alto Tribunal declare lo que tanto jurista y profesional de base advierte desde el minuto Cero (recuérdese ejemplos recientes con motivo de la Ley de Modernización de la Administración Local y el invento aquél del «concejal no electo»), como recuerda el dicho, «todos calvos».
    En fin, demasiado bien estamos para lo que podría ser.
    Y no perdamos la igenuidad, esa que nos hace avanzar día a día pese a quien pese, con dignidad y profesionalidad.

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