Leo en el día de hoy que las Cortes de Aragón han iniciado la discusión de la denominada Ley de Centros de Ocio de Alta Capacidad, indicando que ha pasado su primer examen con el rechazo de dos enmiendas a la totalidad. Se trata de posibilitar el establecimiento en el Desierto de Monegros de un gran complejo, no sé si atreverme a llamar turístico, de una amplia zona que se llenará de casinos y de hoteles. Y todo ello porque hay una empresa a la que se la ocurrido que sería una buena idea establecer en los Monegros el “Las Vegas” europea, prometiendo una inversiones millonarias.
No me resisto a hacer alguna consideración al respecto. En primer lugar, recuerdo que en la carrera de derecho, cuando se definían las características de la ley, se citaba a Santo Tomás, que predicaba ante todo la generalidad como nota distintiva de a norma. Es decir la ley se dirige a una pluralidad indeterminada de personas y situaciones, regula situaciones posibles pero abstractas. Dado que con la normativa actual sería realmente difícil llevar a cabo este Proyecto, qué más fácil que aprobar una ley ad hoc que remueva todos los obstáculos que puedan existir con las leyes actuales y que, por lo tanto, suponga excepcionar el caso concreto. Para justificar el asunto se titula la ley, de una manera ciertamente rimbombante “Ley de Centros de Ocio de Alta Capacidad” y se indica que con ella se “atan” todos los flecos que puedan haber. Con ello se conculcan los más elementales principios admitidos comúnmente sobre la base de la concepción de la soberanía del legislador, que éste, investido e iluminado por la gracia divina de los votos, todo lo puede. Naturalmente, la oposición ha protestado firmemente por esta “legislación a la carta”, obviamente, sin ningún resultado. Cualquier día se le ocurrirá a algún Diputado derogar la Ley de la Gravedad y quizás las cosas empiecen a caer hacia arriba porque así lo ha decidido la correspondiente cámara legislativa. Según se anuncia, se prevé al parecer incluso la posibilidad de expropiación de terrenos una vez los promotores hayan adquirido el noventa por ciento de los suelos. Es sorprendente, porque entonces es que se considerará la utilidad pública o interés social de la construcción de decenas de casinos (al parecer 32) y no sé cuántos hoteles. Todo esto aun se entiende menos cuando se aprueban el mismo día la Ley de Urbanismo de Aragón y la Ley de Ordenación del Territorio.
Otra consideración a dejar en el aire para la reflexión proviene de la idea de otra de las características teóricas de la ley que se nos enseñaba y que es que la ley debe ordenarse siempre al bien común. Lo que sea eso del bien común, evidentemente en una sociedad democrática lo deciden los representantes políticos. Pero ello no obsta para que se pueda y se deba formular un reparo ético sobre la actividad en sí que se va a fomentar o las bondades del dinero que va a llegar si todo el complejo se llega a desarrollar. Dinero que se jugarán a la ruleta, bingo, los dados o las tragaperras unos ociosos europeos ansiosos de emociones a los que habrá que captar. Sinceramente, no comparto en absoluto un modelo de desarrollo que parte de la idea de fomentar que la gente gaste lo máximo apostando, facilitando una diversión basada en el riesgo y el ánimo de lucro, fomentando el hipotético lucro fácil o el golpe de suerte y soslayando los gravísimos problemas que genera la ludopatía.
En los tiempos que corren, lo más probable es que el hecho de llevar la contraria a «los que mandan» (los de ahora se autoproclaman progresistas, los muy demócratas),hará que te cuelguen la etiqueta de reaccionario, conservador, que te opones al progreso o, cuando menos, idealista carente del sentido de la realidad, «ecologista iluminado», etc.
Querido Ignacio: la sensatez y el sentido común son actualmente valores poco comunes. Ya sabes, todo lo que no es rentable (económica o políticamente) no es progresista. Ergo… ¡a la pira!. No te importe, cuando ardas en la hoguera muere gritando: ¡…y sin embargo se mueve!
Voces sensatas como la tuya son necesarias en esta sociedad desquiciada y analfabeta, que vota su autodestrucción permitiendo un marasmo de intereses personales.
Deseémonos suerte…
Creo que la idea del bien común es algo olvidado en esta sociedad que nos toca vivir. Mas concreto sería de hablar de mi bien, y os agradezco a todos los «comunes » vuestro esfuerzo ( e ingenuidad ) para que lo logre.
Entiendo que proyectos como el que comentas, amigo Ignacio, disfrazados de unas posibilidades de creación de trabajo y de riqueza común ( siempre nos dicen lo mismo ) dificilmente pueden traer una mejora de calidad de vida ya que además de que comentas de lo que supone el juego en sí, podemos añadirle los «daños colaterales» que normalmente van asociados a las situaciones donde corre con facilidad el dinero: mafias, prostitución, violencia…, y dudo que Zaragoza o las localidades mas o menos cercanas queden al margen.
Pero bueno ya nos crearan una nueva ley específica para corregir estas situaciones y que todos seamos mas felices.
Estoy muy de acuerdo con el artículo. Lo que pasa es que razonar así, sólo en términos jurídicos, acaba llevando a la locura. No se entiende nada. Hay que introducir la historia y la política para entender estas cosas, en este caso analizar esa extraña sopa de intereses que cocinan desde hace tiempo el PAR de Biel y el PSOE de Iglesias, para quienes hace tiempo que la política sólo consiste en leer lo que dicen los periódicos cada mañana y luego organizarse el día.