Los Reflejos del Horizonte

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Los Reflejos del HorizonteSi nosotros miramos en el fondo de las estructuras políticas casi siempre advertimos que en su origen fueron mercado o emplazamiento militar. “Sevilla, fortaleza y mercado” es el título de un inolvidable ensayo de Ramón Carande. Por ello, la inmensa mayoría de los municipios se crean en un lugar que había servido para el intercambio de productos o que inicialmente acogieron un campamento, una instalación militar. León, la ciudad donde vivo, es un buen ejemplo de ello.

Cuando las exigencias de ese mercado se complican, el tamaño de la organización política se amplía y así hasta llegar al Estado. El surgimiento de los Estados nacionales está ligado a la necesidad de crear amplios espacios para el comercio y, en este sentido, los casos de Italia o Alemania, por citar los dos que consiguen la madurez estatal al mismo tiempo en el siglo XIX, son bien expresivos. En España la supresión de las barreras comerciales, aduaneras etc es un empeño de los liberales que, a trancas y barrancas, se va alcanzando en el reinado de Isabel II y durante la Restauración.

Lo interesante es que esta lógica no tiene fin porque, cuando ya tampoco valen esos espacios sobre los cuales se ha superpuesto la estructura estatal, surge la necesidad de crear otros más dilatados y ahí está para demostrarlo el Mercado común que nace en 1957 sobre la base de otra organización comercial, la referida al carbón y al acero. Jean Monnet, padre de esa criatura que hoy llamamos Unión Europea, percibió todo ello cuando viajó por primera vez a los Estados Unidos a vender coñac (Monnet, que no estudió nada, fue en sus orígenes un simple comerciante de coñac, industria que administraba su familia en el pueblo francés de Cognac). Advirtió allí que la división que propiciaban las fronteras nacionales en Europa eran obstáculos artificiales y por ello se imponía su superación. Lo que logró en la ocasión propicia, tras la segunda guerra mundial. De la misma forma, las necesidades de la defensa exigieron nuevos instrumentos y por ello se diseñaron organizaciones como la OTAN. 

El resto lo han puesto la revolución técnica y la de las comunicaciones. Se desemboca así en eso que se llama la globalización o la mundialización, que aunque no es nueva, adquiere hoy unas trazas singulares por su amplitud y extensión. Ocurre, sin embargo, que aún no hemos dado con la organización política adecuada para esta nueva situación y es de esa disfunción de donde surgen las complicaciones en el gobierno del mundo. Tendremos que dar con ella porque, de lo contrario, nos podemos ver abocados a enfrentamientos lamentables, el más terrible de los cuales sería la guerra. El gobierno mundial o, al menos, el gobierno de grandes espacios se impone como superación de las viejas estructuras políticas y administrativas. Un asunto este que requeriría más espacio pero basta lo dicho para suscitar el debate (al que animo a mis amables lectores) y para recordar que dos mentes privilegiadas del siglo XX, desde pensamientos jurídicos y políticos contrapuestos, Carl Schmitt y Hans Kelsen, acabaron sus días -fueron nonagenarios- escribiendo sobre ese gobierno mundial (hablo de los años setenta del pasado siglo).

Y para demostrar que, en efecto, estamos en un mundo nuevo, les diré que esta semana pasada se han debatido en el Parlamento europeo asuntos como un acuerdo sobre transporte aéreo con Mongolia, otro sobre transporte marítimo con China, las líneas de la colaboración con la República de Tayikistán, la expedición de visados en las Repúblicas de Macedonia, Montenegro y Serbia, una ley lituana de protección del menor, la crisis mundial de los productos lácteos y la seguridad energética, las violaciones de los derechos humanos en Rusia, en Siria …

La Unión Europea, con los muchos defectos que tiene y que advertimos -en primer lugar- quienes nos hemos incorporado a sus instituciones, es con todo el camino correcto para superar la prehistoria en la que aún estamos instalados. No es extraño que otros continentes nos tengan como modelo y fuente de inspiración. Pero se impone seguir avanzando con imaginación porque sin el territorio que ocupa la utopía el mundo se convertiría en una oficina donde se tramitan expedientes y se despachan nombramientos.

1 Comentario

  1. Más nos vale comenzar a mirar no solo hacia Europa, sino hacia el Mundo. Lo del cambio climático es un aviso para una humanidad, instalada por ahora en la que ya se ha denominado «Era de la Estupidez». Si para ser ciego no hace falta quedarse sin ojos, sino que basta con ser estúpido. El peor de los ciegos es aquel que no quiere ver, en este caso: las interconexiones y responsabiidades que ligan los comportamientos individuales con los resultados globales.

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