Miramos cómo está el patio y no terminamos de creernos que sea cierto lo que vemos. Bush, con toda su cohorte neocon detrás, nacionalizando bancos a diestra y siniestra. Gordon Brown, de cadáver político, a redentor de las finanzas mundiales, gracias a su nada novedosa – pero oportuna eso sí – medida de estatizar bancos y entidades financieras. La UE, que no lograba ponerse de acuerdo en casi nada, adopta en un fin de semana las medidas más cuantiosas y trascendentes de su historia. Los parlamentos nacionales aprueban inyecciones gigantescas de capital y avales mientras que no son capaces de pactar unos presupuestos paupérrimos. ¿Qué está pasando? ¿Tan mal está la cosa que todos los partidos de la oposición del mundo entero apoyan sin rechistar las medidas económicas de excepción que adoptan sus respectivos gobiernos? Obama apoya el plan Bush, Cameron a Brown, Rajoy a Zapatero. Ninguna voz se ha alzado contra unas medidas que nos hipotecarán durante generaciones y que se han adoptado sin una mínima reflexión ni contraste. Quizás fueran necesarias, no lo sabemos, pero resulta del todo extraño que nadie las cuestione ni las ponga en cuarentena. Jamás los Estados habían comprometido más dinero, y jamás habían encontrado menos reticencias en la oposición. O estábamos al borde mismo de la catástrofe y sin discurso alternativo o no hay quien lo entienda. Suponemos que las medidas adoptadas habrán sido acertadas. Ya no nos quedan otras balas en la recámara. Esperemos que el dinero termine perneando en familias, empresas y ayuntamientos. Una dura recesión se nos echa encima, y no se comprendería que todas las energías y reservas se hubieran agotado en salvar la estructura financiera.
Seguiremos por un tiempo sumido en la perplejidad. Los grandes principios de política económica han saltado por los aires. Los paradigmas políticos se abandonan a la carrera sin que nadie alce la voz. La Gran Depresión nos trajo a Keynes. Después, Milton Friedman popularizó las recetas liberales, y ahora parece que le toca a Paul Krugman predicar las recetas de la salvación. El Muro de Berlín acabó con el comunismo. ¿Ocurrirá algo similar con los neocom ultraliberales tras el crash de 2008? Tendremos que crear unas nuevas coordenadas para funcionar. Ya lo dijo el clásico. Todo lo nuevo nace tras la destrucción de lo antiguo. Vemos como nuestro mundo económico se derrumba con estrépito mientras sentimos que nuestros líderes improvisan con más ganas que sabiduría.
La grandeza del espectáculo nos recuerda la belleza macabra de la Roma incendiada por Nerón. Siempre nos quedará el contar que fuimos testigos del fuego que arrasó nuestro solar de finanzas y creencias.
Resulta difícil cuestionar (e incluso opinar) el grado de acierto de las decisiones que se vienen tomando en todo el mundo alrededor de las instituciones financieras e, indirectamente, sobre las economías. Los estados parece que se han convertido en el primo de Zumosol que, se supone, todo lo puede …
Pero, realmente, ¿podrán los estados con todo? …
El dinero para que el Estado compre los denominados