Reinventarse

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ReinventarseEl mundo se mueve, y no nos espera. Por inercia, tendemos a refugiarnos en aquello tan bucólico de ”cualquier tiempo pasado fue mejor” mientras no alcanzamos a comprender que muchos de los cimientos de nuestro mundo se desmoronan. El presente ya es futuro, y nos empeñamos en observarlo con ojos del pasado. Nosotros, nuestras empresas e instituciones pudieron ser muy válidas para las realidades pasadas, pero muchas de ellas se muestran obsoletas y oxidadas para la realidad de hoy. Los valores se mantienen jóvenes y lozanos, mientras que los instrumentos para alcanzarlos deben mutar en consonancia con una realidad cambiante cuyo destino no alcanzamos a intuir.

La crisis está dejando a muchas economías, empresas y personas como un campo desolado. Quién más quién menos, ha sufrido la fiereza de su zarpazo. Muchos han caído pero otros han decidido sobrevivir, y, para conseguirlo, nada mejor que apretar los dientes, doblar el trabajo y la imaginación y, sobre todo, reinventarse. La reinvención, más que un “palabro” de moda en el caprichoso mundo del management, es un concepto amplio y atractivo que puede ayudarle a encontrar una nueva senda por la que desarrollarse y prosperar. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, reinventar significa volver a inventar. Si en el pasado “nos inventamos” como profesionales, a veces, en determinadas circunstancias, es recomendable volverse a inventar, sin que exista edad para ello, aunque lo más frecuente es que sea acometida durante la cuarentena y primera parte de la cincuentena. Y eso a escala personal. En las instituciones ocurre algo parecido. Nuestro esqueleto público fue diseñado para la España de los finales de los ochenta, que poco tiene que ver con la España de hoy. Debemos avanzar con los tiempos, por más que las resistencias al cambio siempre tiendan a frenar cualquier evolución hacia un futuro que, por definición, siempre nos resultará incierto.

Hemos oído hasta la saciedad el mantra de que crisis equivale a oportunidad. Es cierto. La reinvención es la llave que nos permite atravesar la barrera del miedo hacia el cambio. Como Carlos Alonso nos dice en su libro Reinventarnos profesionalmente: “La sociedad actual nos exige reinventarnos tarde o temprano. Si finalmente se convierte en una oportunidad dependerá de nuestra altura de miras, sinceridad con nosotros mismos y de la actitud para abordarla”. Analice su caso. ¿Cómo le va? ¿Cree que posee talentos infrautilizados? ¿Teme que pueda ser despedido? ¿Va su empresa a cerrar? ¿Está insatisfecho con lo que hace? Aplique esas preguntas a la institución en la que trabaja o que le representa. ¿Le satisface? Pues quizás haya llegado el momento de reinventarse. Carlos Alonso escribe que “la solución está en nosotros y en comprender nuestro entorno. De nada sirve lamentarse. No es que podamos reinventarnos, sino es que estamos obligados a ello, descubriendo las capacidades que incluso pudiéramos tener aletargadas” y resume su filosofía para el proceso de reinvención en los siguientes diez consejos: Reflexione seriamente sobre el asunto, sin dejarse aplastar por miedos y temores. No reniegue de su etapa anterior, utilice la sabiduría que de ella haya adquirido. Madure sus ideas con gente de confianza y con expertos. Explore, no trace un camino excesivamente rígido, admita los cambios y los matices. Elija una actividad que le satisfaga, para lograr el triángulo perfecto entre talentos, gustos e ingresos. Esté dispuesto a reducir su retribución, si fuese el caso, si la actividad elegida le hace más feliz. No se obsesione con la ruta que haya elegido, no vaya a ser que tenga que reinventarse de nuevo a corto plazo. Aproveche sus relaciones personales, tanto para tener conocimiento de la posible nueva actividad como para su acceso a ésta. Busque un entorno de trabajo que le agrade. Aproveche para hacer su revolución personal.

La reinvención suele resultar impulsada por dos motores. El interno, más poderoso, que desde una insatisfacción personal anhela una mejora, o el externo, en el que son las circunstancias las que nos empujan a cambiar. Una crisis económica, con el consiguiente hundimiento de sectores económicos o empresas es un buen ejemplo de ellos. A veces, ambos motores, externo e interno, se autoestimulan. Así ocurre en los que ven tras una crisis una oportunidad: las circunstancias les empujan a hacer lo que en el fondo deseaban pero que no se atrevían a acometer. Las crisis nos facilitan a cruzar el umbral del riesgo y a vencer – quizás porque no tengamos otra alternativa – el freno del miedo.

Existen cuatro tipologías de reinvención. La primera sería aquella que el profesional realiza en el seno de su misma empresa. El segundo caso sería cuando el trabajador pasa a otra empresa, pero a desarrollar una función similar a la que desarrollaba en la anterior. Los cambios afectan más a lo circunstancial – salario, condiciones de trabajo, cercanía al domicilio, jefes y compañeros – que a lo substancial de una reinvención, que si tendría mucha más entidad en la tercera tipología, el salto a otra empresa con una ocupación diferente, lo que suele producirse tras un prolongado proceso de reflexión y en personas con la suficiente seguridad en sí mismas. La cuarta tipología que podríamos analizar corresponde a la forma más pura y tradicional de reinvención que es cuando se da el salto para crear la propia empresa, lo que supone superar el miedo a emprender y arriesgar. ¿En cuál de ellos estaría usted?

En la reinvención pública el motor es doble. O la insatisfacción de los ciudadanos, o el cambio de paradigmas ideológicos. El mayo del 68 o la instauración del Estado de Bienestar serían ejemplos de este segundo caso, y la actual crisis económica del primero. Muchos ayuntamientos están en quiebra literal, y eso nos obligará a reinventarlos. La tarea es ardua y fundamental. Que tengamos suerte en ella. Ojalá volvamos a los valores.

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