Mucho se oye hablar de macroeconomía, de paro, de inflación, de deuda, de sus causas y sus efectos y de las medidas que se podrían adoptar para salir del hoyo en el que nos vemos inmersos.
Curioso es que estemos en Europa los antepenúltimos en abandono escolar, los últimos en calidad de enseñanza, y los últimos en empleo, o sea, los primeros en paro. Casi da vergüenza. Supongo que los próceres estarán discurriendo acerca de cómo solucionar este asunto, aparte de averiguar el modo de mantenerse en el poder como sea. Sus cabezas estarán echando humo. ¿Qué hacer, Dios mío? Hace poco el Ministro de Educación, Gabilondo, dijo que se había fijado un proyecto de reducir en no sé cuantos años el abandono escolar del 30 al 15 %. Vale, una declaración, declarar es barato. Creemos que en este país todo se soluciona a golpe de Decreto. Como la noticia que estoy oyendo estos días acerca de la le que se va a aprobar para que las fábricas de automóviles estén obligadas a comprar de nuevo los coches que no vendan los concesionarios. Creemos que con leyes y normas para todo e interviniendo ad infinitum se soluciona todo, y nada más lejos.
Supongo que todos podemos ser lo suficientemente honestos como para pensar en la profundidad del problema por el que atravesamos. Todos sabemos que existe un gravísimo problema de deuda que pone en peligro la estabilidad del euro, por eso nos están poniendo las pilas desde Europa porque lo que hagamos aquí influye a todos. O lo que es lo mismo, nos están haciendo la reforma. Eso intentan al parecer, aunque viene Merkel y le decimos una cosa para que esté contenta, conseguir un titular y una foto y luego hacemos otra… Ahí está la recientísima autorización de emitir deuda a las CCAA cuando se suponía que estábamos tratando de reducirla. Mientras, esas mismas CCAA miran con lupa a los Ayuntamientos y su endeudamiento. Al igual que en el aspecto competencial, quieren y exigen para sí lo que no permiten a otros en un proceso de esquizofrenia política injustificable.
Sabemos también que el problema económico, entre otros, se sustenta en dos factores. El factor innovación y el factor productividad. De otro modo, ¿por qué Alemania tiene una tasa de paro de un poco más del 6 % y está creciendo más del 3 %? ¿O por qué Holanda tiene la tasa de paro del 4,5 %? Eso teniendo los sueldos mucho más altos que los hispanos.
No soy economista, evidentemente, pero estoy firmemente convencido de que los dos factores señalados son determinantes. La innovación implica una buena educación, mejor, una excelente educación que debe incluir mecanismos para hacer resaltar el valor de la persona y fomentar su autoconfianza. Investigación. Imaginación, voluntad, disciplina, facilitar las cosas para que quien tiene una idea la ponga en práctica. Y, como alguien dijo, que cuando venga la Musa (inspiración) me pille trabajando.
Segundo factor, productividad. Lo que implica eficiencia en los medios, relación entre el coste del producto y lo que se obtiene, o sea, margen de beneficio. El ajuste de productividad en España se ha hecho desgraciadamente por vía de ajustes de plantilla en vez de incremento de eficiencia o bajada de salarios. De nuevo factores como disciplina, esfuerzo, eficiencia, cultura de empresa. Lo que supone que un empleado está implicado en el proyecto de su empresa. Esto es algo que sabemos que no existe en muchas ocasiones en nuestro entorno. Porque esta claro que no es lo mismo “echar muchas horas” (en el caso de que así se haga) que implicarse en el resultado final empleando los mejores métodos y los menores medios. En España tenemos unas jornadas larguísimas y unos resultados deplorables.
Un dicho que suelo oír por esta zona cuando los obreros se van a casa después de la jornada laboral es, cuando se despiden, decir “San Bruno, trabaja poco por si despiden a alguno…” Un comentario dicho como quien habla del tiempo, por hablar de algo. Por curiosidad he buscado en internet y es un dicho popular más conocido que lo que parece. O esa otra frase que oímos muchas veces “…pues me cojo la baja” o “a mí me da igual”. Se suele pensar –en el fondo y aun sin formas- en eso de que (por decirlo fino) se fastidie la empresa. Lo que posee un trasfondo verdaderamente inquietante, por no decir desastroso. Se ve el problema del paro como algo totalmente ajeno a uno mismo, uno nunca tiene que ver con el problema de la empresa o de la organización, es el empresario el culpable. Por supuesto, entiéndase, no estoy descartando como causas del paro los factores macroeconómicos (mala gestión empresarial, burbuja inmobiliaria, acceso al crédito, recesión).
Pues eso, para salir de esta mala movida además de las medidas gubernamentales correspondientes, deberíamos adoptar también cambios personales todos y cada uno de nosotros, necesitaremos cambiar hacia una cultura de la responsabilidad. Creer que la ley lo puede todo y es la única solución, es un gravísimo error.
Mientras tanto, así nos va (y nos irá).
Un análisis sólido y razonado, que comparto. Sólo añadiría un detalle: para vincular los salarios a la productividad de la empresa hay que poder medir ésta y esto exige que los libros de contabilidad reflejen fielmente su m archa, lo que hoy no sucede en muchos casos. Así que para alcanzar esto hay que cambiar también la cultura empresarial, tan propicia a la trampa, la especulación a corto plazo y el fraude fiscal: a veces por necesidad, pero muchas otras también por simple conveniencia.