Tobin Hood

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Tobin HoodLlevamos unos cuantos meses escuchando todo tipo de comentarios acerca de la conveniencia de establecer nuevos impuestos y tasas (la ya famosa tasa Tobin) sobre la actividad bancaria como fórmula mágica para resolver muchos problemas, si no todos, de la economía mundial, y no puedo resistir la tentación de comentar algunas ideas que me sugiere esta corriente de pensamiento, quién sabe si imparable ya, desde una perspectiva técnica.

Lo primero que conviene destacar es que en el debate se están mezclando diferentes propuestas, orientadas a distintos aspectos del negocio bancario, que sólo tienen una cosa en común: recaudar más a partir de la actividad financiera.

La propuesta que ha recibido más atención de los medios de comunicación es la “tasa Tobin”, que a grandes rasgos consiste en gravar las transacciones cambiarias cuando provoquen “alteraciones importantes” de las cotizaciones, convirtiéndose en un “tributo contra la especulación financiera”; en el caso de España, que va un poco más adelantada que otros países en esta carrera, se habla de una tasa del 0,02% del importe (nominal más comisiones) de las operaciones de cambio de divisa, ya de por sí muy ajustadas en precio.

Quienes defienden la propuesta afirman que su propósito es “controlar los mercados de divisas, en los que se producen movimientos de capital que no generan riqueza para las sociedades y pueden ser causa de su recesión” (las frases entre comillas son argumentos esgrimidos en el Congreso por algunos partidarios de la propuesta).

Responsables políticos y económicos de otros países, y de diferente ideología, también han defendido la medida, como en su momento hizo Gordon Brown, y más recientemente Nicolas Sarkozy, con la intención de “renovar el contrato económico y social entre las instituciones financieras y la sociedad para asegurar que los buenos tiempos generen beneficios públicos y que la sociedad esté protegida en tiempos de crisis”; la ministra francesa de economía, Christine Lagarde, y su colega alemán Wolfgang Schäble han conseguido que el asunto vuelva a tratarse en la cumbre europea de finales de septiembre, en Bruselas, si bien su defensa es mucho más clara y directa: acumular fondos procedentes de la actividad bancaria, para prevenir el coste de futuras crisis y, sobre todo, recaudar recursos adicionales con los que equilibrar los maltrechos presupuestos nacionales europeos. Por el momento, no comento la última corriente de pensamiento sobre “la lucha contra la pobreza y el hambre que afligen a buena parte de la población mundial” porque es un argumento que requiere más espacio para rebatir.

Independientemente del poder recaudatorio de la medida, que está por ver, hay algunos aspectos preocupantes en los argumentos que se emplean:

  • Si se trata de recuperar el coste de la actual crisis y de prevenir otras en el futuro, mejor sería establecer medidas como las que tiene el sistema financiero español desde hace tiempo, corrigiendo las eventuales carencias que la situación actual haya podido evidenciar: provisiones anticíclicas, y fondos de garantía de los depósitos dotados por cada entidad en proporción al volumen de sus depósitos de clientes contra los resultados del ejercicio.
  • En ese supuesto, prevenir crisis financieras, ¿se ha estudiado la posible relación existente entre entidades muy activas en los mercados internacionales de divisas y coste de la crisis? ¿Se ha comprobado si las entidades que más recursos públicos han necesitado operaban en esos mercados? ¿Acaso el volumen de ingresos que la tasa hubiera reportado, en caso de estar vigente antes de la crisis, habría compensado el coste del salvamento?
  • ¿Por qué los mercados de cambio de divisa son los culpables de esta crisis? ¿Protestan los políticos europeos contra esos mismos mercados cuando el tipo de cambio favorece al euro? ¿Es que entonces, euro fuerte, no hay especuladores internacionales perversos?

Menos mal que, por lo menos, los políticos europeos han comprendido que la tasa sólo podría entrar en vigor si todos los países del mundo aprobasen implantar al mismo tiempo la medida, pues de lo contrario se produciría una alteración significativa del negocio mundial, a favor de los mercados donde no hubiera semejante tasa, o donde la exigencia real de su pago fuera más relajada.

Si todavía no se comprende que todas las intervenciones que se hacen en los mercados financieros provocan una inmediata adaptación de los agentes, ya sea definiendo nuevos productos o inventando nuevos mercados, con la sana intención de satisfacer siempre la demanda existente a cambio de un beneficio, es que no se ha aprendido nada de las sucesivas crisis que caracterizan los ciclos económicos: la divisa europea, como antes la británica, y siempre la estadounidense, (por citar sólo algunos de los que más se quejan de los ataques especulativos) tienen unos precios de mercado acordes con la percepción que sobre la economía correspondiente tienen los agentes económicos de todo el mundo, tanto de la situación actual, como de sus perspectivas a medio plazo.

Los datos fundamentales de las economías nacionales (presupuesto público equilibrado o no, déficit acumulado, saldo de la deuda pública en circulación, mercado laboral, tasa de inflación, etc.) son los factores que explican la cotización actual de las divisas, y la tendencia esperada en próximos meses. Cuando la economía europea fue capaz de transmitir al resto del mundo una imagen clara de ortodoxia presupuestaria, y de esfuerzo armonizador, el resto del mundo respondió asumiendo que el euro podría ser, y de hecho fue, una moneda reserva en un rango de igualdad con el dólar americano; cuando al llegar la crisis los gobiernos europeos han titubeado sobre las medidas a adoptar, y no han transmitido con rapidez a los países en peor situación la necesidad de corregir sus economías nacionales, llegando incluso a dudar si rescatarían a algún destacado incumplidor, el resto del mundo ha reaccionado lógicamente desconfiando del euro.

No culpemos a otros de los deberes que no somos capaces de hacer.

2 Comentarios

  1. Sr. Tomás García Montes.
    Soy un admirador de la Economía teórica y observador de la que se hace en la práctica por gobiernos, empresarios y por la banca y de la cual seguramente tiene Ud experiencia y debe ser tenido en cuenta como experto en esos temas por más de un empresario.
    Me referiré al comentario del 26/04/2011 en el que comenta la cara dura de algunos países nórdicos y los compara con “…repúblicas sudamericanas, de esas que despectivamente denominamos repúblicas bananeras…” deduzco que se refiere a las formas de gobernar en América, al pelotazo, la corrupción a los lazos de la política y la iglesia entre otras pero me gustaría reflexionar que España, este, nuestro país, está lleno de casos que ejemplifican que aquí tenemos lo mismo que los nórdicos o en las bananeras de América. Supongo que en eso coincidiremos porque España no se salva de tales calificativos.
    He seguido sus comentarios muy ilustrativos de que, como se dice en Sociología es persona para dar “criterio de experto“ y me sorprende que el 11/03 del presente año acota que “…llena de orgullo y satisfacción a cuantos creemos en la iniciativa privada como motor de la economía…” Me gustaría preguntar a qué iniciativa privada se refiere; ¿a la de los empresarios que dejándose asesorar por expertos reducen el 30 % del salario a sus trabajadores sea ello legal o no?, ¿Cree UD que ese es el motor adecuado para echar a andar a España o el choriceo de los empresarios de repúblicas bananeras

    • Estimado Sr. D. Andres Almaguer:

      Muchas gracias por leer mi «columna» y por sus comentarios.
      Respecto al concepto «repúblicas bananeras» quiero señalar que simplemente utilizo un concepto que está extendido en la literatura económica para referirse a países que modifican unilateralmente las condiciones de la acitividad económica (por las razones que cada país considere adecuado) y con ello alteran todas las previsiones de los inversores internacionales.
      En cuanto se refiere a «la iniciativa privada», simplemente quiero destacar el hecho de que incluso en nuestro país, el agente más dinamizador de la economía lo forman la multitud de pequeñas empresas y autónomos que asumen el riesgo de su propia actividad; ello no impide que haya grandes corporaciones, sector público, empresas mixtas, etc.; pero el mayor porcentaje del empleo, por citar solo un parámetro importante de la economía, responde al pulso de esa iniciativa privada: no todos son despiadados tiburones de las finanzas.
      Muchas gracias.

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