
Tendremos que ser rescatados y ya veremos por qué cuantía. Si no nos prestan dinero, no podríamos atender nuestros compromisos y nos veríamos abocados a una suspensión de pagos. Pero este rescate vendrá con condiciones que se aplicarán a golpe de tijera. Un poco de edad de jubilación por aquí, algo de desempleo por allá, todo aliñado por recortes de las administraciones. Probablemente sea necesario, pero a corto plazo este tipo de medida solo creará más recesión, menos consumo y más desempleo. Las recetas europeas tienen aroma de drama. Sólo con recortes no saldremos y, probablemente, tampoco con las necesarias reformas que deben aportarnos la competitividad que carecemos. Será preciso algo más. Haría falta imaginación macro – jugar con valor del euro e inflación -, algo de geopolítica – hacer valer nuestros intereses colectivos en un mundo en ebullición -, y también políticas sectoriales y de inteligente inversión.
El gobierno de Rajoy tiene muy poco margen de actuación, ya veremos cómo reacciona. En todo caso, también el frente político se le puede complicar. Recibirá un valioso balón de oxígeno si el PP gana por mayoría absoluta en Galicia, pero si la pierde, el liderazgo de Rajoy se debilitará sensiblemente, erosionado por los malos resultados económicos de su gestión y empujado por las voces críticas que comienzan a jalearle de nuevo desde el interior de sus filas. El rescate, por su parte, es la evidencia de un fracaso, por lo que el presidente se verá forzado a realizar una crisis de gobierno este otoño, sobre todo en el área económica, con cambio de alguno de los ministros y la creación de una vigorosa vicepresidencia económica.
Y, por si fuera poco, los partidos catalanes están empujando mutuamente, con la excusa del Pacto Fiscal, hacia el terreno siempre peligroso de secesiones, independencias y demás imposibles, jugando con el fuego maniqueo de que la culpa de todos sus males es Madrid y que la solución mágica se llamaría independencia.
Este es el atormentado otoño que se nos presenta. Ojalá logremos sobrepasarlo con dignidad. Por lo pronto, y a diferencia del año pasado, hemos disfrutado de un verano más tranquilo que quizás nos facilite la urgente clarividencia que precisamos.