¿Voto rogado o Voto robado?. Crónicas indeseadas para una democracia de perfil bajo.

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Un comentario a vuela pluma, escrito en el móvil, en lo que dura el almuerzo. Cada vez que hay elecciones, lo mismo. Y como últimamente parece que la clase política “le ha cogido gusto”,  pues el tema se vuelve recurrente.

Podemos leer en la prensa que  Solo el 5,6% de los españoles censados en el extranjero votaron el 28-A.       

https://elpais.com/tag/voto_rogado/a

¿Casualidad, apatía, o verdadero fiasco de un sistema diseñado para obviar a esos millones de españoles –mayoritariamente jóvenes-  por el mundo? ¿Mala fe o mera inoperancia?

Suena raro. Con un aire como de permitirse mirar por encima del hombro a esos jóvenes que («por afán de aventura«, «eso se llama movilidad exterior” como diría una memorable, afortunadamente ex, cargo público), se dedican a emigrar, por echar unas risas, vamos,  y de paso rentabilizar en países terceros, a precio de saldo, su formación, conocimiento y talento, pagados entre todos los contribuyentes que tributan en España. En eso, la verdad, podríamos aprender de Cuba con los royalties generados por su gestión educativa, como recurso exportable para mejorar el PIB.


Pero no me pierdo por ahí (el tema da para otro artículo). Ahora toca centrarse en la pantomima de circo (mis respetos a éste) de las fuerzas políticas que legislan, gobiernan, o se oponen a ambas acciones, en pro del colectivo social que dicen representar. En este caso en algo tan sensible como el ejercicio del derecho al voto.


En efecto, en esta era digital que vivimos, cuando los avances de la tecnología y la exigencia legal de una administración electrónica deberían facilitar lo que no son sino en la práctica trabas burocráticas, pues va y resulta que un -innecesariamente tortuoso- procedimiento administrativo echa abajo cualquier expectativa de que la democracia sea plena de verdad, llegando a una parte importante de su ciudadanía: Si Weber levantara la cabeza…


Señorías, no es tan difícil.

Cualquier hijo, sobrina, amigos, o conocidos de tantas familias, se lo explicaría en un momento. Todos tenemos más de un caso cercano, y lo peor, recurrente, evocando el absurdo laberinto de El Proceso de Kafka, por decirlo gráficamente. Un callejón sin salida.

No puede ser que cumpliendo absolutamente todos los requisitos, con diligencia en el respeto de plazos, trámites y requerimientos, en actitud casi mística, o al menos de plegaria (por lo de rogar el voto, como si el sufragio  fuera graciable), una persona se quede sin poder votar, cuando, teniendo derecho,  quiere hacerlo, a quienes hayan de ser sus representantes.

Y eso tanto en ciudades de la Unión Europea (Paris o Lille, tengo casos cercanos) o en países hermanos (pongamos Colombia, que también conozco el caso de cerca) o en habituales lugares de cooperación española en el norte de África.

Gasto de dinero, tiempo, esfuerzos, cabreo, para un final desgraciadamente cierto: De nuevo, no pudiste votar: llegaron tarde las papeleteas, o no llegaron, o no fuiste con la celeridad suficiente a rogar (triste verbo para ejercer un derecho fundamental) ese voto que hace que tanta gente tire la toalla y ya ni se plantee perder más tiempo en intentarlo, yendo a unas urnas cada vez más huérfanas de ellos.

Y nadie pone remedio. O peor, cuando dicen hacerlo,  se trata de mera pose para la foto de prensa: o eso parece, si presentan, cuando ya no hay tiempo para tramitarlas, iniciativas parlamentarias cuya inoperancia no hace sino soliviantar más a esa juventud maleada, que, atónita, asiste a esta macabra mascarada. Se puede hojear en los medios:
https://www.abc.es/espana/abci-podemos-y-psoe-registran-supresion-voto-rogado-201902081439_video.html

Por cierto, nada se ha hecho al respecto en estos meses de (nueva) legislatura que mucha gente califica de fallida. Los reguladores, quienes al parecer han perdido todo el contacto con la tierra que otros, a su pesar, sí que pisan, están, no obstante, tan tranquilos, como la canción del famoso, “la vida sigue igual…”


Une autre fois, mon ami… je suis dessolé, que diría mi amigo galo. ¿Concienciar a los jóvenes sobre su supuesto desapego?¿Más frases manidas para mítines en clave demagógica? Y luego hablan de desafección.

Que cada uno analice los datos y opine.

A mi modesto entender, nos pasa poco…

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