El gravamen de la pobreza

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Ya me ocupe en anterior ocasión del absurdo de cobrar un impuesto sobre el incremento del valor de los terrenos de naturaleza urbana en los casos en que en lugar de incremento ha existido pérdida de valor (véase http://www.administracionpublica.com/quien-nos-roba/).

Hoy me voy a referir a otro caso de voracidad fiscal que no bordea, sino que cae de lleno en el absurdo y la injusticia: la tributación de los regalos de bodas.

Es costumbre más que secular en España, como en casi todo el mundo, hacer obsequios a los nuevos esposos, con motivo de su enlace matrimonial, normalmente con el fin de ayudarles a iniciar su nueva vida en común. Tradicionalmente se regalaban objetos del ajuar, que, para evitar dotar de innumerables cubos de hielo sin vaso alguno en que servir la bebida refrescada con hielo, se había consolidado en las tradicionales de bodas.

Como las costumbres evolucionan y hoy los tiempos cambian que es una barbaridad, nuestros actuales novios suelen contar con casa puesta (en muchos casos con convivencia prematrimonial), por lo que no necesitan aumentar su ajuar, sino dinero contante y sonante, para hacer frente a los numerosos gastos de banquete, trajes nupciales, viaje de novios, etcétera, lo que ha transformado las listas de bodas en regalos en dinero.

Pues bien, ahora Hacienda quiere hacer que esos regalos tributen, para lo que según noticias de prensa últimamente ha incentivado la actividad inspectora sobre quienes hayan contraído recientemente matrimonio, con especial atención a sus cuentas corrientes.

Esto es un disparate, aparte una discriminación injusta de los españoles. En ciertas zonas de España desde hace mucho tiempo no se usaban las listas de bodas, sino que al finalizar el banquete se pasaba una bandeja en la que los invitados depositaban sobres con dinero. Quienes mantengan esta costumbre, a poco que tengan la prudencia de no depositar grandes cantidades en sus cuentas, podrán disimular el ingreso y evitar la tributación. Con ello ya se está discriminando a unos españoles respecto a otros.

Pero la mayor injusticia es que este gravamen solo se aplicará a los menos pudientes, no a las clases altas. Entre “los ricos”, regalar dinero, si no son los ascendientes a hijos o nietos, se considera de mal gusto, por lo que no es habitual ver regalos por transferencia bancaria en las bodas de las grandes fortunas. Éstas regalarán objetos de gran valor (bandejas o cuberterías de plata, obras de arte, vajillas de lujo…), que serán discretamente entregados en el domicilio de uno de los contrayentes (preferentemente la novia), sin firmas de recibos de entrega ni nada que deje rastro. Posteriormente los novios envían por correo ordinario una nota “agradeciendo el cariñoso regalo”, que no deja rastro alguno. Por otra parte las donaciones millonarias que los padres o abuelos puedan hacer a los herederos de grandes fortunas a buen seguro que serán por medio de sofisticados sistemas fiscales que eviten una gran tributación.

Quiere decir que la nueva obsesión de hacienda podrá quebrantar gravemente las incipientes economías de los nuevos matrimonios de clases sociales media y baja, sin afectar lo más mínimo a los más pudientes. Con ello se conseguirá hacer tributar la pobreza, no la manifestación de riqueza.

Confiemos que los rumores sobre Hacienda sean simples bulos y no obedezcan a un ánimo real. Si no, ¿dónde hay que firmar para cambiar la norma y donde para que el responsable de tan brillante idea cese en su cargo?

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