En los inicios de la crisis económica que ha devastado nuestra economía (macroeconomía) y arruinado la de miles de familias (microeconomía) desde el Gobierno de la Nación se trataron de enviar mensajes de tranquilidad: “Los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense tendrán un impacto relativamente pequeño en la economía española”; “España está totalmente a salvo de la crisis financiera”; “No hay atisbo de recesión económica. La economía española tiene muy buenos fundamentos”; “Estamos ante una gradual desaceleración. Se trata de una evolución natural y un fenómeno saludable. Si llegaran las vacas flacas, las afrontaríamos con gran tranquilidad gracias al superávit de las cuentas públicas”; “La crisis es una falacia, puro catastrofismo”; etcétera.
Puede que el Presidente del Gobierno y su Ministro de Economía se excedieran en negar la evidencia, pero lo que es innegable es que si los máximos responsables económicos vocean el pánico, el desastre económico está servido, aunque no existieran causas reales para ello. La confianza es un elemento esencial para la economía.
Desde hace un tiempo los mensajes que se lanzan son de recuperación de la economía; la global, pues la recuperación de las economías domésticas se anuncia que todavía tardará y que lo hará bastantes años o quizás nunca lleguemos a situarnos en los niveles anteriores al verano de 2007. Y para que estos brotes de la recuperación no fracasen es precisa la confianza. Y para llegar a repartirnos la tarta de Santa Recuperación Económica hay que esperar. Estamos en la fase en que el trigo está creciendo y augura una gran cosecha, pero para repartir la tarta hace falta recolectarlo, moler, con la harina podremos amasar, la masa nos permitirá dar forma al pastel y entonces podremos cocer la tarta, que una vez terminada nos podremos repartir. ¡Cuán largo me lo fiais!
Numerosas voces nos llaman a la prudencia, a ser pacientes y dar margen de confianza a que el proceso siga su curso natural, esperando a que el crecimiento macroeconómico vaya generando nuevos puestos de trabajo y la dinámica de crecimiento permita mejorar la calidad de esos puestos. Aquí estarían las tesis conservadoras y liberales.
Pero hay otros que opinan que más vale pájaro en mano, que vamos a coger el trigo y nos lo repartimos y así, por lo menos, todos comemos pan unos días. No importa el mañana, sino que lo esencial es que todos corramos la misma suerte. Este sería el ideal revolucionario.
En posiciones intermedias estarían las teorías basadas en retirar parte del trigo para repartirlo, dejando al dueño de la finca otra parte para que pueda seguir con su fabricación de tartas. Izquierda socialdemócrata.
Mientras tanto hay un grupo de gente divertida que no se preocupa ni del trigo ni del pastel, pues lo que quieren hacer es una barbacoa independista en el trigal. Como su parte del campo es suya no les preocupa que las llamas arrasen todo el trigal…
La mejor fuente de enseñanza de la que podemos disfrutar y una gran ayuda para predecir el futuro es la historia. Y gracias a ella sabemos que sin revoluciones la humanidad no ha pasado nunca de un estado en que unos pocos se coman el pastel a otro en que una mayor proporción de ciudadanos sacien su hambre. Pero también nos dice que las revoluciones, a corto plazo, suelen desencadenar crisis económicas, consumir importantes recursos. Aparte las contradicciones que conllevan, como que la revolución que iba a acabar con las fronteras en el mundo levantase un inmenso telón de acero para evitar que sus ciudadanos huyeran del paraíso revolucionario o que la revolución de la egalité generara una élite revolucionaria que devoró a los propios líderes de la revolución o que una protesta contra un impuesto sobre el té en las colonias americanas acabara en una guerra por la independencia de los Estados Unidos de América.
En España, después de haber liderado el mundo en la época imperial, hemos acostumbrado a ir a contracorriente de los cambios en el mundo y nos ha costado incorporarnos a los tiempos modernos. Pero podemos dar fe de las dificultades que hubo de afrontar la Nación para superar la crisis generada por la independencia de los territorios de ultramar. Ahora bien, el oro indiano que se repatrió tras la independencia de los países hispanoamericanos, permitió que, aunque tardíamente, España se incorporase a la revolución industrial. Con la tremenda paradoja que el oro acumulado por los descendientes de los emigrantes mayoritariamente andaluces, extremeños y gallegos, permitiera la creación de los focos de industrialización en País Vasco, Cataluña y Madrid.
Llegados a este punto hemos de plantearnos, antes de decidir si es buena o no una revolución aquí y ahora, de dónde venimos, donde estamos y hacia dónde queremos ir. Porque venimos de un estado de bienestar con un nivel de prestaciones sociales de los países de mayor nivel en el mundo. Y aunque es evidente que ha sufrido recortes y a veces una administración cicatera de las prestaciones en los últimos tiempos, hay que tener presente si merece poner en riesgo eso. El pan para todos está muy bien, pero cuando la gran mayoría de la población tiene pan, pescado, carne y verduras, no se ve la necesidad de hacer colas de racionamiento para repartir pan.
Y disculpen que me vaya por los cerros de Úbeda, pero si una política económica, de izquierdas o derechas, de centro o de revelación divina, nos llevara a un nuevo incremento de déficit público, afectaría negativamente al crecimiento macroeconómico, y en lugar de lograr de recuperar empleo y calidad del mismo, produciría una nueva destrucción de puestos de trabajo. Además una recaída en fase de recesión podría arruinar, por mucho tiempo, la recuperación iniciada, convirtiendo en inútiles los duros sacrificios de los ciudadanos en la última legislatura.
Por ello es exigible un poco de responsabilidad a los responsables de los principales partidos políticos, para que con un ejercicio de responsabilidad alejen de nosotros este cáliz. Ellos sabemos que no lo van a beber en ningún caso.
Muy buen artículo y totalmente en serio. Hace falta altura de miras
Gracias Marta
Este es in artículo que podría haber escrito cualquiera de los líderes políticos que nos han llevado a donde estamos y que ahora quieren elecciones.
Esta bien ser responsables pero ya está la trola para recordarlo: que se lo digan a los griegos que ahora están pagando como buenos hermanos.
Aquí de lo que hay que hablar (seamos serios) es de lo que podemos decidir de forma autónoma: de las innumerables reformas institucionales que se deben hacer para modernizar nuestra sociedad; reformas, por cierto, muchas de las cuales tienen por objeto permitir un mejor funcionamiento del mercado, que a lo mejor a medio plazo permite ampliar el tamaňo de la tarta; y tal vez entonces, con los fundamentos macro mejor asentados se les permite a los perroflautas darle un bocadito mayor: aunque un servidor lo duda, pues en la década dorada previa a la crisis ya se pudo repartir mejor y no se hizo.
En definitiva: dejemos de atemorizar a la gente con que viene el lobo y exijamos las reformas pendientes que en este contexto de pactos necesarios se pueden ver incentivados a realizar; a ver si con tanto miedo vamos a nuevas elecciones, cunde el pánico y volvemos a xaer en las manos de los salvapatrias de siempre.