El proyecto de creación de un Almacén temporal centralizado para los residuos radioactivos en la localidad de Villar de Cañas ha sido paralizado hace pocos días y por tanto aplazada queda sine die la solución de este problema. Nos guste o no -no entro en el debate nuclear pues carezco de los conocimientos suficientes para ello- lo cierto es que en España existen centrales nucleares que integran nuestro paisaje energético.

Provocan como es lógico una gran cantidad de residuos depositados en Francia y en el Reino Unido por los que pagamos unas cantidades relevantes. Por ello con ocasión del Plan energético nacional, ya en 1983, se procedió a la creación de una empresa pública para la gestión de tales desechos (ENRESA). A partir de ese momento se empezaron a diseñar distintas alternativas: un almacén geológico, almacenes individuales en las distintas centrales etc. Ninguna propuesta llegó a buen puerto y así los depósitos de las centrales se empezaron a saturar.

Estando así las cosas, en el lejano diciembre de 2004, la Comisión de Industria y Energía del Congreso de los Diputados acordó -por unanimidad- la construcción de un almacén temporal centralizado e instó al Gobierno y a ENRESA para que determinaran los criterios a los efectos de decidir su localización. Así se aprobó el sexto Plan de residuos nucleares en el que se optó por construir un almacén temporal centralizado siguiendo experiencias europeas: Dessel (Bélgica), Cadarache y La Hague (Francia), Sellafield (Gran Bretaña), en Oskarshamn (Suecia), Paks (Hungría) y, sobre todo, el modelo de Habog (Holanda).

En España se convocó un concurso público para conocer las propuestas voluntarias, una comisión de expertos analizó las solicitudes, se dio audiencia a las Comunidades autónomas y se propuso al Gobierno la localización del almacén… Catarata de recursos judiciales turbaron el panorama pero los jueces, infatigables, los fueron resolviendo y el Gobierno (estamos en 2011), imbuído del ánimo valeroso de don Quijote, acabó señalando un lugar manchego: Villar de Cañas.

Cambiados los colorines de los gobiernos, el de Castilla-La Mancha tomó la decisión de extender el territorio destinado a proteger a las garzas y otras aves.

El lector de este Blog sabe que, entre los instrumentos de política ambiental, se encuentra el de delimitar zonas para conservar el entorno natural. Como en otros tantos espacios, en este, las cercanías de la Laguna del Hito, tienen la calificación de zona de especial protección. Inicialmente con una extensión de 1000 hectáreas que se redujeron a 996 por su aislamiento y lejanía de los humedales. Sin embargo, y al impulso de los vaivenes políticos, se acordó iniciar un procedimiento para incrementar el espacio de protección más allá de las 20.000 hectáreas. Una declaración que, entre otras consecuencias, erigía un altísimo obstáculo para la construcción del almacén de residuos en Villar de Cañas.

El Gobierno de España reacciona interponiendo un recurso. Lo resuelve, resumamos, la sentencia del Tribunal Supremo (Peces Morate) de 16 de enero de 2017, sentencia impecable porque es una muestra de cómo han de examinarse las distintas perspectivas que anidan en las desavenencias descartando esas visiones que reducen a dos colores, el rojo y el negro (como en la novela de Stendhal), unas situaciones caracterizadas por sus irisados matices, es decir, que reclaman equilibrio.

Y así el Tribunal explica cómo no se deben simplificar los conflictos ni contraponer, como si fueran dos concepciones antagónicas del mundo, la lucha por la protección ambiental y la atención a los residuos nucleares. Pues, si así se procede, olvidaremos algo tan elemental como es el hecho de que la gestión de los residuos nucleares «es un componente más de la protección ambiental».

«Se está amparando a todas las especies animales y al medio en general» no sólo a las aves silvestres, se ve obligado a recordar el Tribunal Supremo. De ahí que, en esa balanza de ponderación de intereses, pese más la seguridad nuclear, que está en riesgo, que la ampliación de un espacio natural.

La sentencia, ay, no puso punto final al conflicto y la prueba es que ahora, con el cambio de Gobierno en Madrid, se ha tomado la decisión de paralizar el proyecto de Villar de Cañas. Por cierto ¿alguien habrá preguntado algo al Ayuntamiento o a los vecinos? Seguiremos pagando los contribuyentes los basureros en otros países, una forma perfecta de imitar al avestruz al que -sin duda porque no se puede defender- le endilgamos la costumbre huidiza de esconder la cabeza para no ver el entorno acechante.

Lo cierto es que, como explicamos hace años Mercedes Fuertes y yo, el Estado en España, a la hora de aplicar determinadas políticas, se ha quedado sin territorio («El Estado sin Territorio» fue el título de nuestro libro, Marcial Pons, 2011, dos ediciones, prólogo de la académica Carmen Iglesias) siendo la energética una de las más clamorosas. Un libro por cierto que iniciábamos con un fragmento de un romance del siglo XIII, que se reproduce también en el Quijote, en el que un monarca canta en tono lastimero: «… ayer era rey de España / hoy no lo soy de una villa / ayer, villas y castillos / hoy, ninguno poseía / ayer tenía criados / y gente que me servía / hoy no tengo una almena / que pueda decir que es mía».

Pues por ahí va el asunto algunos siglos después …

 

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