El lado positivo

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Nunca llueve a gusto de todos, ni de todo. Lo que es bueno para los supuestos “intereses municipales” o de algunos partidos con representación municipal, puede ser molesto cuanto menos, o peor, para el secretario de la corporación, y viceversa. Trataré de explicarlo lo mejor posible, por lo que creo que la manera óptima de hacerlo es poner algunos ejemplos de esos buenos momentos, por desgracia tan escasos, extraídos de experiencias propias y ajenas que me han llegado.

Así, especialmente cuando una Corporación ha cambiado recientemente de signo político del poder municipal, se puede dar que los otrora gobernantes, olvidando todas las trabas y restricciones que imponían a la antigua oposición, tengan la piel muy fina cuando les toca jugar su nuevo papel, pudiendo llegar a levantarse en medio de una sesión plenaria y ausentarse airadamente mientras anuncian que no volverán a acudir a ninguna sesión hasta que se cumpla tal o cual condición. La temperatura del ambiente político sube significativamente, pero ¡qué sesiones tan tranquilas! ¡y qué breves! Sin que nadie incordie, ni “se oiga”, y sin “ruegos y preguntas”… La lástima es que a veces la condición de su reincorporación la pueden considerar cumplida demasiado pronto para nuestro gusto, y al poco tiempo vuelta a empezar.

¿Y la “bancarrota” transitoria? Esta situación se puede dar en algunos ayuntamientos con gobiernos sin mayoría suficiente para aprobar sin pactos los presupuestos. No se llega a acuerdos con aquel o aquellos grupos de la otra parte a pactar, y mientras tanto se produce un auténtico cuello de botella económico en el que se puede llegar a que se dejen de recibir publicaciones de toda índole a pagar mediante la correspondiente suscripción, o, en el peor de los casos,  se ponga en peligro incluso el cobro puntual de las nóminas del personal de la entidad. Este es el lado oscuro –más bien oscurísimo- de esa situación, en la que se paraliza cualquier clase de actividad municipal que implique gasto, que son casi todas. Pero hasta eso tiene su lado positivo.

Recuerdo haber vivido una de esas situaciones en un ayuntamiento en que prestaba entonces mis servicios. Al haberse producido lo antes descrito, aproveché la ocasión para estudiar en la mayor profundidad posible, dada la penuria económica y las pocas publicaciones disponibles, la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas de 1995, de manera que pude estar aceptablemente preparado en materia contractual cuando meses después de ese colapso económico se aprobó el nuevo presupuesto municipal, eso sí, consensuado, y se reinició toda la maquinaria de los expedientes de contratación.

En otro orden de cosas, en las últimas renovaciones de corporaciones han proliferado fuerzas políticas emergentes que han rebasado las estructuras municipales bipartidistas que imperaron durante un buen número de años en muchos municipios,  tras lo cual ha habido el consecuente aumento del número de grupos, la eventual conflictividad entre ellos y, en definitiva la mayor duración de las sesiones plenarias. No voy a ser yo, ajeno al mundo de las pasiones políticas, quien entre en el fondo de la bondad o maldad del bipartidismo ni del pluripartidismo, pero desde un punto de vista de lo que podríamos llamar “egoísmo profesional” en el buen sentido, o simple comodidad, sí que son de añorar aquellos tiempos en que incluso las sesiones para los asuntos de mayor complejidad (presupuestos, ordenanzas fiscales, etc) duraban lo mínimo imprescindible para considerar debatidos los asuntos. Además, en las sesiones ordinarias las mociones no eran muy frecuentes, hasta que con el pluripartidismo fueron creciendo y multiplicándose, dado el mayor número de grupos y de no adscritos, de manera también que lo que unos presentaban daba ideas a otros, y en resumen las sesiones plenarias empezaron a ser interminables, acabando uno peor que cuando Clint Eastwood recibía tremendas palizas en sus primeros western.

Vaya, por último, otra situación. Personalmente no la he conocido, pero sí que me han contado en ayuntamientos ajenos algún caso. Finales de mandato. El correspondiente titular de la Alcaldía no se va a presentar a las siguientes elecciones municipales, bien porque su fuerza política ha decidido no incluirlo como candidato, o bien porque, desengañado, no tiene el más mínimo interés en ser candidato.

Todo ello puede determinar que los últimos meses de mandato sean de lo más placentero por mucho que se tenga que trabajar, porque desaparecen las actuaciones precipitadas, las actitudes demagógicas, las temeridades y no existe tampoco la política de tierra quemada, gestionando, nada más y nada menos, lo necesario para el funcionamiento normal de la entidad, que ya de por sí es mucho pedir.

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