Elección de alcaldes

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Como el “eterno retorno” de la filosofía clásica vuelve el asunto de la elección de los alcaldes a la actualidad española. Para iluminar este debate acaso sea de interés conocer el sistema que a tal efecto está vigente en Alemania.

En este país se ha impuesto, desde la última década del siglo XX, la elección directa de los alcaldes. Los Länder de Baden-Württemberg, Baviera y Hessen fueron los adelantados de una opción que, después, han seguido los demás territorios del país.

Aunque hay diferencias entre los distintos territorios federados (en Alemania no existe una legislación local federal), este cambio relativo al modo de elegir a los primeros ediles, unido a una expansión acusada del referéndum para resolver asuntos locales, ha supuesto una renovación en los usos políticos y ha conducido a un parcial quebrantamiento del monopolio ejercido por los partidos a la hora de imponer sus propias opciones y sus candidatos. Tal alteración de las reglas tradicionales ha tenido una consecuencia: la recuperación, por parte de la ciudadanía, de espacios libres del influjo partidario.

Significativo es a este respecto el citado Land de Baden-Württemberg donde casi un 50% de los alcaldes no son afiliados de partido político alguno, sobre todo en municipios pequeños en los que no se necesita una organización sólida para conducir el proceso electoral. Además, es curioso que el resto de los alcaldes adopte una actitud de clara distancia respecto a sus propias formaciones, precisamente para reforzar su credibilidad: incluso se llega a ocultar la militancia partidaria en los carteles publicitarios. En este Land -heredero de un viejo reino y de un gran ducado- se han creado muchas asociaciones de electores libres que, en conjunto, se han visto remuneradas con el 42,7% de los mandatos obtenidos en las asambleas municipales, incluso de ciudades de unos 80.000 habitantes. También en Baviera -y en algunos otros Länder-, el número de alcaldes independientes ha adquirido enorme fuerza.

La resistencia a estas transformaciones siempre ha procedido de los políticos tradicionales, que han tratado de retener o recuperar los hilos de los comicios locales, uno más de los palillos que componen el conjunto del sistema político federal.

En Hessen, cuando se introdujo la elección directa, los candidatos eran personas activas en el municipio y en él gozaban ya de suficiente reconocimiento. Lo mismo puede decirse de Baviera. Sin embargo, en otros Länder, muchas veces los candidatos proceden de fuera del municipio, ya que se considera un mérito carecer de amigos -y de enemigos- en el territorio, lo que acrecienta la imparcialidad y garantiza su futura objetividad.

Con todo, es fundamental que el candidato ofrezca una imagen de cercanía al ciudadano, una absoluta predisposición a estar abierto a sus demandas y a escuchar con paciencia sus quejas, especialmente en los municipios pequeños y medianos. Por ello, durante la campaña hay mítines y otros actos políticos clásicos, pero, además, es indispensable organizar muchos encuentros directos con los votantes en los que éstos tienen ocasión de expresarse y debatir con los candidatos. En zonas rurales y en los barrios o suburbios se suele utilizar la tarde del sábado para estos fines o incluso la mañana de los domingos, tanto en espacios escogidos para ello como en aquéllos donde usualmente los ciudadanos se concentran o, simplemente, están -por ejemplo, en los jardines de sus casas cuando el tiempo es propicio-, lugares todos ellos por los que el candidato ha de pasar o debe visitar.

En la actualidad, se utilizan, junto a estas formas de presencia y contacto físico, las nuevas técnicas, páginas web y blogs, muy útiles en las grandes aglomeraciones urbanas, pero también otras más clásicas como el teléfono. Así, por ejemplo, se selecciona por los organizadores de las campañas un asunto concreto -guarderías, transportes, parques, escuela, etcétera-, y, después, se solicitan llamadas de los electores a los que cada candidato atiende personalmente. Es importante, en todas estas formas de relación, contestar fundadamente, transmitir la impresión de que se conocen los asuntos y de que se dispone de una solución razonable y razonada. Si no es así, la estrategia destinada a asegurar la cercanía y el interés por los problemas de los ciudadanos se malogra. Campañas consistentes en simples ataques al adversario, sin ofrecer alternativas creíbles y lógicas, son muy mal vistas por los ciudadanos, que descalifican a los políticos que cultivan tales prácticas.

Asimismo, la formación profesional juega un papel relevante: la mayoría de elegidos por estos procedimientos en Baden-Württemberg son juristas o especialistas en Administración Pública, mientras que en otros Länder, como Hessen o Baviera, se advierte una mayor diversificación profesional o laboral.

Las posibilidades de ser reelegido son altas. En general, se interpreta como una humillación que un candidato que ocupa el puesto no sea confirmado en el cargo. En las ciudades pequeñas y medianas de un Land como Hessen, el 60% de los alcaldes que se presentan a la reelección, la ganan. La participación se suele situar en torno al 50-60% en las pequeñas poblaciones, bajando ligeramente en las grandes. En algunos territorios -tal es el caso de Brandenburgo-, la elección se considera nula si no acude a votar al menos el 15% de los electores.

Todo ello se inscribe en un modelo de gobierno municipal que, como he señalado al principio, es muy variado en Alemania, al menos en el uso de denominaciones tradicionales o propias, menos en la configuración de fondo. Desde hace años, se viene imponiendo lo que se conoce como “sistema del sur”, que atribuye las decisiones municipales a dos órganos: el pleno y el alcalde, elegidos por espacios temporales que fluctúan entre los cinco años para los plenos y ocho -a veces- para los regidores.

Resultan de especial interés los mecanismos abiertos de algunos Länder para la integración de los citados plenos municipales; por ejemplo, la libertad del elector para configurar una especie de menú que le permite librarse del que le ofrece un determinado partido político. Esto se logra gracias a diversas técnicas, entre las que destaca la posibilidad de votar a candidatos que figuran en distintas listas electorales (así ocurre en Baden-Württemberg y en otros ocho Länder).

De lo que se trata es, en definitiva, como subraya Herbert von Arnim, estudioso de estas cuestiones, de moderar el influjo de una clase política que agarrota las estructuras donde se forma la voluntad popular e impone su huella en las instituciones públicas más relevantes, incluso en aquellas erigidas para actuar precisamente con independencia y autonomía.

El derecho electoral alemán municipal ofrece muchas otras novedades. Bastan por hoy las ofrecidas. ¿Servirán para enriquecer el debate español?

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