La historia nunca se detiene. Ya el bueno de Heráclito dijo aquello de que nunca te bañarías dos veces en el mismo río. Es cierto. Cambian las circunstancias, las personas, las ideologías, el entorno tecnológico, los modelos de sociedad. Pero algunas cuestiones básicas, como la esencia del alma humana son inmutables. Quien lee La Iliada conoce de las pasiones que hoy gobiernan a la Humanidad. Por eso, a pesar de los vertiginosos cambios de una sociedad digitalizada y global, los comportamientos sociales tienden a repetirse. La historia, con mucha frecuencia, gusta de avanzar en círculos: distintas circunstancias, idénticos comportamientos. Algo podemos aprender, pues, de nuestro pasado.

Las elecciones son efecto, que no causa, de la dinámica social subyacente. Su resultado, los posibles gobiernos o políticas resultantes se convertirían a su vez en causa y efecto, en un ciclo sin fin pero del que ya conocemos algunas claves. Y una de los menos estudiadas, pero que será muy determinante en un plazo medio será la aparición de fuerzas más a la derecha del PP. Hablamos de fuerzas de derecha –al modo tory británico o republicano estadounidense, democráticas por tanto– y de fuerzas más allá. Si Podemos, en su inicio, fue antisistema, también emergerán otras fuerzas antisistema de extrema derecha. Pura dinámica regida por las leyes de la física. Toda acción tiene su reacción. Durante tiempo fuerzas de extrema izquierda o populistas o como quiera que las definamos, bajo el supuesto manto de la libertad de expresión, se han dedicado a profanar iglesias, a desnudarse en su interior, a ensuciarlas con pintadas. Y si alguien protestaba contra tamañas salvajadas, enseguida era acusado de fascista y antidemocrático. Durante años hemos sido testigos de cómo se quemaban banderas españolas por motivos peregrinos, ante el jolgorio insultante de grupos radicales –o no tan radicales-, de cómo se retiraban ilegalmente las enseñas nacionales, de cómo se pita el himno en las poquísimas ocasiones que suena, de cómo se mofan de las instituciones españolas, democráticas, por cierto y homologables con las europeas. Y todo esto, que a muchos les hace sonreír, a otros tanto irrita sobremanera. Desgraciada e insensatamente, algunos políticos han jugado al suicida juego de bomberos pirómanos. Pues bien, tendrán el fuego que han prendido y propagado. Y no serán ellos los que ardan, seremos la mayoría los achicharrados.

Ya Machado nos advirtió con el verso “Españolito que vienes al mundo/ te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón”. No hay nueva política, es la misma con más actores, más modernos en apariencia pero con la misma alma que sus abuelos y tatarabuelos. Las dos Españas que la Transición trató de diluir, de hacerlas convivir de manera democrática, comienzan a agitarse. Primero fue Zapatero, después todos los demás. Y cada día irán surgiendo ofensas y agravios de un lado y otro, que serán usados como excusa para la creciente radicalización que se avecina.

Si nos habíamos acostumbrado a los disparates de un lado, progresivamente los del otro comenzarán a mostrar su patita. Hogar Social coloca una gran pancarta en la fachada del ayuntamiento de Madrid en la que dice “Españoles, welcome”, con gran felicidad de muchos que callan. Uno de los dirigentes de Vox entra a nado en Gibraltar para situar una gran bandera española sobre las faldas del Peñón, tras lo que es detenido. Nuevo héroe. Varias banderas españolas aparecen colocadas en monumentos con gran simbolismo en Barcelona y son inmediatamente retiradas, como si de una abominación se tratase.  En apenas unos días hemos sido testigo de una serie de hechos aparentemente inconexos entre sí, en geografías distintas y con actores muy diversos, pero con un nexo común. Parte de España está muy cansada de ser pisoteada y de sentirse indefensa ante unos radicales impunes y ensoberbecidos y va a reclamar por la vía de los hechos lo que por la vía de los hechos otros les hurtan.

La cuestión de la soberanía será el eje fundamental. Si alguien piensa que millones de españoles van a permitir que se les hurte su derecho a decidir sobre su propia nación se equivoca. Una nación de quinientos años de duración sólo ha sido posible por la fuerza telúrica que la ha sostenido por debajo y no por los aciertos o desaciertos de sus gobernantes. Y esa colosal fuerza telúrica sigue latente ahí abajo presta a despertar si el agravio cruza líneas delicadas.

Estoy preocupado. Quien siembra vientos recoge tempestades y ya hace años que sufrimos una ventolera insolente y gratuitamente provocadora. Frente al populismo radical de izquierda, aparecerá el populismo radical de derechas, la misma historia que tan bien conocemos, con su espiral de radicalización en un lado y otro. Los que aspiramos – y creemos – en la convivencia pacífica y democrática seremos denostados por tibios por los unos y otros. La irresponsabilidad de algunos terminará generando el dolor de todos. La historia que los insensatos desean repetir.

 

 

 

2 Comentarios

  1. Simplificaré el artículo de Manuel Pimentel, a riesgo de desvirtuar en alguna medida su contenido: La izquierda radical populista viene enturbiando últimamente el ambiente político con ofensas intolerables a instituciones y símbolos públicos, poniendo en riesgo la convivencia que la Transición intentó establecer entre las dos Españas; y eso provoca una reacción de la extrema derecha, que irá a más, arropada sobre todo en el asunto de la soberanía por la “fuerza telúrica” latente de millones de españoles prestos a despertar. Más simple aun: Los malos fastidian primero a los buenos y estos fastidiarán después a aquellos, fastidiándonos así todos. Ahora la réplica. Habría tanto que decir… La Transición exorcizó al demonio de la confrontación violenta, latente en un estado dictatorial que venía sometiendo (por las armas) aproximadamente a la mitad de la población, que lo soportaba contra su voluntad, y ello se logró mediante unas cuantas transacciones, entonces comprensibles por la tutela militar, cuya caricatura sería: Te asciendo de vencido a compañero a cambio de que no toques mi dinero. Te dejo una cierta autonomía a cambio de no tocar la soberanía. Te reconozco libertad de pensamiento y expresión, pero tiene que figurar mi religión en la Constitución. Sufragio universal, pero con más peso de lo rural. Y así una larga retahíla de cabos sueltos con los que venimos conviviendo bastante bien, llevados por unos partidos que forman una pareja de hecho, no tan mal avenida. La crisis aprieta ahora las economías, pero bien, y además de los cabos sueltos tenemos la soberanía en gran medida cedida a instituciones europeas deficientemente democráticas. Los medios van mostrando las vergüenzas de nuestros corruptos dirigentes y las gentes se van con los emergentes. No por moda, ni por ignorancia, ni por radicalidad, ni por rencor. Es que el menú del día huele y hay que buscar otro sitio. Muchos se tienen que ir físicamente. Con este panorama es lo más sano que podría ocurrir. Lo contrario sería patológico. Y los más exaltados e irracionales pueden cometer disparates. Pero los millones que huyen del PP y del PSOE no son insensatos, Manuel. Todo lo contrario.

  2. Perdoneme usted pero el mas genuino representante del populismo radical es el PP corrupto que ha situado en la cola de los comedores sociales a miles de españoles, ha hecho una ley mordaza que nada tiene que envidiar a las leyes franquistas y que ha arruinado el estado y la convivencia en España. Eso es extremismo por mas que haya siete millones de votantes que les guste actuar como masoquistas.

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