La búsqueda de la inteligencia institucional: la colaboración con los analistas y pensadores

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La Administración pública del futuro debe apostar por la inteligencia. Es absolutamente ineludible poseer potentes sistemas de información tanto sobre información interna como externa. Las instituciones públicas deben conocerse a sí mismas en profundidad, deben tener una exhaustiva información sobre todas los organizaciones que configuran su holding institucional (agencias, organismos autónomos, empresas públicas y consorcios). También tienen que atesorar una potente información sobre la extensa red de organizaciones privadas con ánimo y sin ánimo de lucro que prestan servicios públicos. Estos complejos sistemas de información, de todas maneras, serán relevantes pero insuficientes. También deben tener capacidad de obtener información vía las diversas redes sociales, los big data propios y también ajenos. Ejercer la función de metagobernador en un  contexto de gobernanza complejo implica poseer múltiples y completos sistemas de información. La función de regulador de la nueva economía también implica tener los más diversos canales y sistemas de información para saber lo que sucede en todo momento a nivel económico, social y laboral.

Pero no todo se soluciona con atesorar una ingente información que contribuya a tomar buenas decisiones públicas, a ejercer el timón del sistema público y a regular de forma silenciosa pero efectiva las actividades privadas. De hecho el principal problema de nuestros días es el exceso de información y la dificultad de separar los granos informativos entre toneladas de paja de información sin relevancia. El reto reside también en saber conectar los distintos bancos de información y en la capacidad analítica sobre los mismos.

La Administración del futuro va a poseer menos empleados públicos que la actual. Hoy en día las administraciones públicas poseen cerca de tres millones de empleados pero la mayoría practican actividades profesionales vinculadas a prestaciones concretas de servicios (personal docente y sanitario, fuerzas de seguridad, fuerzas armadas, trabajadores sociales, ingenieros, etc.) y una minoría, aproximadamente el 20%, se encarga de tareas de gestión. Este 20% gestor se encuentra dividido en la actualidad entre personal técnico y personal de apoyo administrativo. El personal técnico en gestión debería mantenerse pero asumiendo más funciones de dirección de redes públicas y privadas de servicios públicos y dejando paulatinamente de lado las tareas de gestión directa e interna. El personal de apoyo administrativo va a ir desapareciendo ya que cada vez aporta menos valor añadido. A cambio este 10% de personal debería mudarse a recursos humanos vinculados directamente con la inteligencia institucional: técnicos en tecnologías y, especialmente, analistas de información. La parte profesional más importante de las administraciones públicas debe estar articulada en un ámbito funcional transversal dedicado a la obtención y gestión de la inteligencia orientada a la innovación social, a la regulación y al control de las redes de gobernanza. Las administraciones públicas del futuro deben configurarse como unas redes de think tanks in house interconectadas y cooperativas. Este es un enorme reto ya que actualmente la presencia de think tanks en el seno de las administraciones públicas es entre anecdótica y meramente testimonial.

Pero es imposible pretender conseguir de forma autárquica toda la inteligencia que requiere el sistema público y hay que ir diseñando extensas redes de inteligencia que abarquen también a las universidades públicas. En España, a diferencia de los países anglosajones, hay escasa tradición de think tanks tanto públicos como privados. Hace unos años participé en un estudio sobre la situación de los think tanks del país. En este trabajo se constató que había un buen número de think tanks, la mayoría privados pero un buen porcentaje con fuertes lazos con las instituciones públicas. Además, casi todos poseían unas dimensiones diminutas generando un ecosistema de inteligencia basado en el modelo de los chiringuitos. Pero la revelación más importante consistió en constatar que todos estos think tanks apenas poseían investigadores y analistas propios sino que externalizaban la mayoría de sus estudios y policy papers. La mayoría de estos  think tanks recurrían a la colaboración de profesores e investigadores de universidades y centros públicos de investigación. Para bien o para mal la inteligencia de este país reside en su mayoría en los centros de investigación y en las universidades y, además, de naturaleza pública. Las universidades y centros públicos de investigación del país cada vez están mejor dotados para realizar investigación básica y para publicar en revistas internacionales de impacto. Su talón de Aquiles reside en su escasa capacidad para impulsar la transferencia práctica de este conocimiento a la sociedad. Por este motivo anidan en el país tantos think tanks con dimensiones de chiringuito que pretenden hacer con escaso éxito de intermediarios entre profesores e investigadores y la sociedad. Este papel lo debería asumir la Administración pública.

Las administraciones públicas deben aprovechar al máximo este relevante recurso ya que, en su mayoría, son empleados públicos. Las administraciones públicas del futuro deberían tener capacidad de gobernar una red de universidades y centros de investigación para incrementar sus capacidades de inteligencia institucional y de innovación tecnológica y social.

 

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