La pujanza de Madrid durante la última década ha llamado la atención a la España periférica, a la España vacía e incluso al propio gobierno de la nación. Los datos son impresionantes: es la tercera área metropolitana más grande por población de Europa, atrae al 38 por ciento de los emigrantes nacionales y al 65 por ciento de los emigrantes con titulación universitaria (atracción del talento), expulsa a los jóvenes sin estudios debido al alto poder adquisitivo de la ciudad, su presión fiscal es la más baja de España, los sectores empresariales más dinámicos del país tienen su sede en Madrid, durante los últimos 5 años su aportación al PIB nacional supera al de Cataluña, retiene al 80 por ciento de los funcionarios de los servicios centrales de la Administración General del Estado.

Está dinámica no es reciente ya que la tendencia viene de lejos. Ya lo advirtió Pascual Maragall, uno de los mejores conocedores de la dinámica y la competencia entre ciudades, en el lejano 2001 advirtiendo que “Madrid se va” (Tribuna El País de 27 de febrero de 2021) y lo reafirmó en otro artículo de 2003 en el que afirmaba que “Madrid se ha ido” (Tribuna El País de 7 de julio de 2003). Los gobiernos de Aznar a partir de 1996 fueron determinantes y representaron un punto de inflexión en esta pujanza de Madrid, según afirma Aleix Martí (2022) que también acopia los datos que sustentan esta información. En este sentido, Ayuso está culminando a nivel regional una tendencia que se planificó a nivel nacional hace unos 25 años. Y no hablamos estrictamente de la ciudad de Madrid sino del área metropolitana de Madrid con municipios aledaños a la capital que se han beneficiado de esta tendencia (por ejemplo, el municipio de Alcobendas).

¿Esta pujanza de Madrid es un problema para el equilibrio territorial de España? Sinceramente me cuesta criticar una historia de éxito como esta. No hay nada más fácil que vivir en la periferia del país y limitarte a criticar a la capital del Estado. Al fin y al cabo, esta tendencia de fortalecimiento de las áreas metropolitanas es una dinámica mundial. Todas las grandes áreas metropolitanas del mundo hacen o intentan hacer lo mismo que Madrid. No hay nada negativo en que una área metropolitana aspire a ser la capital del sur de Europa y que, al alimón, intente ejercer de capital externa de América Latina rivalizando directamente con Miami.

Pero es evidente que esta pujanza de Madrid genera algunas externalidades negativas en el resto del territorio nacional como, por ejemplo:

  • Se está descapitalizando de talento y población al resto del territorio y, en especial, a sus dos comunidades autónomas aledañas: Castilla León y Castilla la Mancha.
  • Contribuye a intensificar la tendencia de la denominada “España Vacía”. Según un informe del Banco de España el 42 por ciento de los municipios españoles está en riesgo de despoblación. Dato que contrasta con el riesgo en países, que también poseen pequeños municipios, como Francia, Italia y Alemania en que el riesgo a la despoblación es respectivamente el 7, 4 y 1 por ciento (Martí, 2022). Esto demuestra que tenemos un problema propio evidente y que no se trata de una tendencia internacional.
  • Mantiene la vieja ensoñación de un modelo unicéntrico para España cuando realmente el país está instalado desde hace décadas en un modelo policéntrico (Madrid-Barcelona). Recordemos que Barcelona es la cuarta área metropolitana más grande de Europa en población.

La pregunta clave es: ¿hay que diseñar políticas para revertir está situación de predominio madrileño? Estas políticas que para favorecer a otros hay que ir en contra de uno (en este caso de Madrid) no me parecen muy acertadas ni beneméritas. No creo, en este sentido, que sea acertado castigar a Madrid. Además, hay que tener en cuenta que su pujanza a nivel internacional beneficia o debería beneficiar al resto del país.  Pero también hay que reconocer que esta pujanza madrileña durante el último cuarto de siglo se ha logrado por méritos propios evidentes, por su posición física en la mitad geográfica del país pero también gracias a un dopaje que proviene del gobierno de la nación (proceso de privatización de las empresas públicas que se erradicaron en Madrid, persistencia en un sistema radical de comunicaciones apuntalado por los trenes de alta velocidad, un Ministerio de Cultura que ejerce de Consejería de Cultura de Madrid, etc.).

Por tanto, considero que no hay que impulsar ninguna política nacional en contra de Madrid pero sí a favor del resto del territorio nacional. Esta orientación no va a gripar en absoluto el motor madrileño y, en cambio, puede favorecer un mayor equilibrio y cohesión territorial nacional. Algunas medidas podrían ser:

  • Reimpulsar, tal y como parece que va a intentar hacer el actual gobierno la estrategia que ya impulsó sin éxito los gobiernos de Zapatero: una cierta descentralización territorial de los aparatos públicos estatales. El nuevo paradigma tecnológico favorece esta descentralización si excesivas externalidades negativas. Hay un evidente efecto arrastre entre del poder institucional sobre el poder económico y está dinámica también diversificaría modestamente la concentración de grandes empresas en Madrid.
  •  Reconocer que España está asentada en un modelo policéntrico y que posee dos grandes motores metropolitanos (Madrid y Barcelona) y no solo uno. La nueva Carta Municipal que se está preparando para Barcelona debería partir de este reconocimiento.
  • Es un clamor que hay que ampliar el modelo de infraestructuras de carácter radial a uno más plural y con una arquitectura variable (el famoso corredor mediterráneo, la ampliación del aeropuerto de Barcelona y de otras ciudades dinámicas).
  • Acompañar con políticas nacionales a aquellas ciudades o áreas metropolitanas que son pujantes (caso de Málaga, Vigo, Oviedo-Gijón, etc.). Hace falta potenciar a estos motores urbanos de carácter intermedio.

Reitero no hay que hacer política anti-Madrid sino políticas a favor de una mayor cohesión territorial. Madrid tiene fuerza propia que no hay que ralentizar sino que hay que estimular también la riqueza de poseer otro gran motor mundial (Barcelona) y una multiplicidad de motores urbanos intermedios que tengan la capacidad de irradiar a la España vacía en un momento que la tecnología favorece que colectivos muy cualificados trabajen físicamente descentralizada.

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