Saber o no saber (I)

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Saber o no saber (I)

Me imagino que al igual que pasa a casi todos mis colegas, muchos días uno siente cotidianamente esa habitual sensación de impotencia o quizás siendo más preciso, de frustración con respecto a algunas cosas que quisiera haber hecho y que no ha hecho. Se trata de esa necesidad y voluntad de querer leer unas cuantas cosas y al final no poder hacerlo. Me refiero concretamente a que supongo que todos somos conscientes de que es necesario “estar informado” en el más amplio sentido de la palabra y siempre acabamos (acabo) con la inevitable frustración de llegar a la conclusión de que he podido leer, en lo profesional, nada más que un diez por ciento de lo que hubiese querido. Ya no digo nada en el tiempo de lectura que quisiera haber dedicado a lo no profesional: literatura, ensayos, periódicos, tebeos y revistas generales o especializadas en temas no jurídicos.

Quizás se trata de un problema mental, de tener la sensación de necesitar controlar completamente el entorno cuando, en realidad, eso es algo imposible. Esa sensación de necesidad de control que debe ser a su vez controlada (es bueno meditar sobre el asunto) puesto que hasta se podría convertir en enfermiza; hay que asumir que uno sólo llega donde llega, que el tiempo es limitado y que, como en la economía (aquello que nos enseñaron en primero de carrera), las necesidades son muchas y los medios escasos, por lo que hay que, continuamente, ejercitar la libertad de elección y optar por una alternativa que a su vez excluye otras. Decisiones económicas al fin. Pensando en la unidad tiempo, esta claro que éste es un bien escaso y como tal, hay que administrarlo del mejor modo por lo que uno debería tener siempre en la cabecera de sus pensamientos, cuáles son sus necesidades, posibilidades y motivaciones personales para hacer lo que hace para, al final del día, no acabar con ese pensamiento recurrente que se verbalizaría en algo así como ¿pero Dios mío, en realidad qué he hecho hoy?. Así, debería elegir cuánto “saber” se quiere adquirir y cuánto ocio se quiere disfrutar, sopesando y analizando en todo momento la relación coste-beneficio. En función de este análisis, en el que además hay que tener en cuenta los factores éticos que intervienen, tendrá que organizar sus pasos de un modo u otro y, en definitiva, después del análisis vendrá la decisión y por ende, la aceptación de la situación.

Al igual que todos vemos normal y obligado que el médico que nos atiende esté siempre a la última en los descubrimientos científicos para que nos pueda aplicar los mejores tratamientos, un FHE en mi opinión debería estudiar siempre, es algo inherente a la función, en un mundo normativo cuya masa roza lo oceánico por su desmedida producción y roza lo incomprensible por su nada sistemática metodología. Menos mal que ahora Internet y los portales jurídicos como esPublico nos ayudan a saber qué es lo que está vigente en cada momento. En cualquier modo creo que he renunciado ya a cualquier especialización. Soy, como hace muchos años dijo y popularizó un FHN (hoy FHE), un especialista de lo general, o sea, de nada. Quizás sólo sea necesario tener en cuenta un par de principios básicos y desarrollar a partir de ahí un especial sentido común. O quizás es mejor no saber demasiado, ya que como dice el Eclesiastés, “Donde abunda sabiduría, abundan penas, Y quien acumula ciencia, acumula dolor” (Eclesiastés, 1, 18).

Disculpas por la digresión.

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1 Comentario

  1. Quizás en mis más de treinta años de servicios, mas de una vez fui participe de esta sensación que tu has tratado de describir, pero siempre y digo siempre, he conseguido sobreponerme a las adversidades de lo genérico , para bajar a lo concreto, al día a día, tratando de hacer las cosas de aquella manera que he considerado desde el punto de vista objetivo la mas correcta, aunque en algunos casos, los menos, luego la vida me ha enseñado a que debí haber sido mas subjetivo, mas que nada por aquello del «… para lo que te lo van a agradecer…. »

    La digestión, la verdad es, que me ha sentado bien, pues como es un plato que nos acompaña obligatoriamente en el menú profesional, al menos en una de las diversas y múltiples actuaciones que nos vienen por Ley encomendadas ( dígase metafóricamente comidas) diarias, todo ello nos obliga a que lo veamos normal, aunque eso si, es recomendable algo de

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