Villanueva de la Serena y Don Benito

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Quien haya tenido la paciencia y la amabilidad de seguirme en este Blog – y en algunas de mis publicaciones como administrativista- recordará que en numerosas ocasiones me he pronunciado a favor de las fusiones municipales como medio para hacer frente al elevado número de municipios existentes en España. En otro tiempo – más juvenil y de entusiasmos más entonados- me tomé la molestia de analizar detenidamente la jurisprudencia del Tribunal Constitucional alemán surgida al hilo de la importante reforma del mapa municipal producida en aquel país a lo largo de los años sesenta y setenta del pasado siglo (Sosa Wagner-Pedro de Miguel, «Creación, supresión y alteración de términos municipales» IEAL, 1987).

En  mi intervención en la redacción de la legislación de Régimen local que se hizo a principios de los años ochenta, siendo yo Secretario General Técnico del Ministerio de Administración Territorial (luego, para las Administraciones públicas), defendí siempre fórmulas flexibles para poder meter el bisturí a una situación que no se había cambiado prácticamente desde las Cortes de Cádiz (siempre en consonancia con lo defendido asimismo por distinguidos colegas, entre ellos, especialmente Luciano Parejo). 

Poco reflejo han tenido en la realidad nuestros esfuerzos de aquellos años. Escasos y fragmentarios, faltos de una visión de conjunto, de un impulso decidido que ha incumbido e incumbe al Estado y a las Comunidades Autónomas. Y en el que han fracasado abiertamente.

Por eso me están alegrando tanto las noticias que conocemos acerca de la fusión entre los municipios extremeños de Villanueva de la Serena y Don Benito.

Primero, por su dimensión. No se trata de dos pequeñas localidades sino de dos bien potentes que quieren llegar a serlo más, que contarían – unidas- con 63.000 habitantes lo que realza su posición en el seno de la Comunidad Autónoma a la que pertenecen, ante el Estado y también ante la Unión Europea (en términos de ayudas y beneficios). Sería el segundo enclave económico de la provincia de Badajoz y el primer núcleo municipal económico en los sectores agrícola, ganadero e industrial. El incremento en las rentas de los hogares, en el empleo, en la población cualificada etc son factores que han sido puestos de manifiesto por los economistas y a sus conclusiones me remito (publicadas en diversos medios informativos).

Segundo, por la inteligencia y prudencia que rigen la fusión. Cierto que siguen los responsables municipales las pautas previstas en la legislación vigente pero, más allá de ellas, me parece que sus alcaldes y concejales están imprimiendo a todo el procedimiento dosis suplementarias y relevantes de sensatez y madurez infrecuentes. Poca demagogia, pocos grotescos sentimientos identitarios, pocos exabruptos y mucha templanza, mucha “serenidad” precisamente. También es de destacar el consenso de las fuerzas políticas extremeñas y de los agentes sociales más significados.

De momento, el Consejo de ministros ha autorizado la consulta popular. Fuera del empleo por la ministra de esa neolengua abominable llena de “puestas en valor” y “cogobernanzas”, lo cierto es que se ha dado luz verde a esa apelación a las poblaciones que esperemos respalden el próximo 20 de febrero con su voto este singular proyecto. Los alcaldes han puesto como condición un apoyo no simplemente mayoritario sino masivo de los vecinos. Otra muestra de cordura que excluye el “trágala” que tan devastador ha sido en la historia política española. También en la historia de la vida local (recordemos la salida de España de la reina María Cristina y la regencia subsiguiente de Espartero motivada justamente por la ley de Ayuntamientos).

El horizonte es el del año 2027, fecha en la que está prevista la existencia de un único Ayuntamiento.

Me agrada dar noticia de cómo es posible retorcer de vez en cuando el cuello a los tópicos y a esa retórica del enfrentamiento entre poblaciones cercanas, siempre casposo, ridículo y finchado.

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