Copio de mi móvil (“sms” recibido a las 13.47 del 16/09): “Publi.Antena3 te ha elegido para poder ganar 1 MILLON con Ivonne Reyes SIN SORTEOS! Que Paula es la mujer de Bustamante? 1) Echeverría 2) Vazquez. Envia 1 o 2 al 711”… Que nos envíen mensajes de texto tales como este desde luego no es lo peor que le puede pasar a uno en la vida, pero la doble reflexión que se extrae de este y otros supuestos tristemente cotidianos que vamos a describir es que nos tienen controladísimos y que, a poco que nos descuidemos, nos van a timar. Veamos cómo:
– Sin dejar el maravilloso mundo de la telefonía móvil observamos con disgusto que nuestras facturas acaban siendo en muchas ocasiones mucho más gruesas de lo que imaginábamos. En ellas aparecen “conceptos raros”, completamente inesperados, o directamente erratas (errar es humano, pero errar siempre en contra del mismo es más bien inhumano). Otro día te llaman preguntando que “si sabía usted que está pagando de más”, que hay una nueva oferta mucho más económica (que quede claro: dentro de la misma compañía). Pues bien, ¿si hay una oferta por qué no me la aplican directamente en lugar de permitir que pague de más? En fin, de todas formas a éstos se les puede mantener bastante a raya, sobre todo si amenazamos con cambiarnos de compañía, si bien es triste que diferentes personas acaben pagando cuotas muy distintas por exactamente los mismos servicios.
– El “phishing”. Ya traté el problema en profundidad en Cuidado con el “phishing” (o estafa electrónica) -publicado en este blog el 09/07/2008-, así que a continuación me limitaré a un breve comentario. Que el tema “del SPAM” lo tengamos asumido no quiere decir que sea menos indignante, porque a parte de la enorme molestia que supone tener que eliminar diariamente decenas de correos del Casino, de la Viagra, o de una chica rusa que se quiere casar con alguno de nosotros siempre que (claro está) le paguemos el viaje a España, lo malo, lo realmente malo, es que un pequeño pero existente porcentaje de las personas que los reciben acceden a pagar por el producto que se les ofrece, para regocijo de los estafadores (vid art. 248.2 CP), los cuales en vista del éxito de sus tretas, y de la impunidad que reciben (la STS de 12 de Junio de 2007 debería haber cambiado esto), mantienen toda la motivación para seguir insistiendo.
– Los comerciales que manejan datos de carácter personal. “Buenos días, le llamo de xxx para informarle de nuestros servicios, ¿tiene usted 5 minutos?” Pues no, no suelo tener 5 minutos justo en mitad de la mañana y, sobre todo, no suelo atender a personas o empresas que han obtenido mi número de móvil personal a saber cómo (aunque intuyo que lo han extraído de bases de datos que los manejan sin las debidas garantías). Las empresas deberían cambiar de táctica comercial, porque esta en concreto vulnera un derecho fundamental como es el de la intimidad personal (art. 18.4 de la Constitución y Ley Orgánica de protección de datos).
– Los bancos. Mirando regularmente los últimos movimientos extraño sería no encontrar descuentos de entre 8 y 20 euros por “comisiones/gastos varios” Si uno está atentísimo, los detecta todos y llama al Banco preguntando qué es eso y de dónde sale. “No, eso no es nada, es un error. Se lo quitamos ahora mismo, gracias por llamar”. Sí, gracias por llamar, y menos mal que he llamado. Pero claro, no creo que mi vecina de 90 años se acerque regularmente al cajero o tenga Banca electrónica para poder detectar eficazmente estos gazapos, así que en consecuencia “se los cuelan”.
– El gas. Lo malo de las compañías que se encargan del suministro y la distribución del gas no es que te cobren (bastante) por tales servicios. Lo malo es que lo hagan “por respirar”. Para que les “salgan las cuentas” a determinadas macroempresas cuasimonopolísticas (cierto es que desde la Ley 34/1998 desaparece la referencia al suministro de gas del art. 86.3 de la LBRL, pero la realidad dice otra cosa), tienen que derivar los gastos hacia el consumidor final… y eso hacen. Caro servicio.
– La electricidad. Otro que tal baila. Lo de “Iberdrola de último recurso” (cuya base jurídica es el Real Decreto 485/2009 de 3 de abril por el que se regula la puesta en marcha del suministro de último recurso en el sector de la energía eléctrica) no me dirán que no toca las narices. Y las toca porque tiene dos repercusiones negativas sobre el consumidor: una es que “nos marean” (¿ya sabe usted la diferencia entre una empresa distribuidora, una comercializadora a mercado libre y una comercializadora de último recurso?), y la otra es que, salvo que “negociemos un precio de mercado libre con una empresa comercializadora” (no entiendo cómo es posible que mi vecina de 90 años no haya realizado ya on line esta sencilla gestión), vamos a pagar más, excepto si la potencia contratada es inferior a 10 kilovatios.
– El aire acondicionado. Tengo la convicción personal de que determinadas empresas del sector “electrodomésticos caseros” realizan instalaciones y reparaciones que intencionadamente se estropean un minuto después de que expire el plazo de garantía (salvo que suscribamos con ellos un “contrato de mantenimiento anual” que cubre cualquier nueva reparación, en cuyo caso curiosamente ya no se estropea nunca), aunque supongo que es muy difícil demostrarlo.
– Los fontaneros “en negro”. “Señora, el precio del termo y de la mano de obra por colocarlo son 1000 euros, pero si no hacemos factura son 400”. Claro, luego se estropea el termo y la garantía no es válida sin la factura. A eso se le llama hacer bien las cosas…
– El seguro médico privado. No es el momento ahora de explicar por qué muchas personas acudimos a los seguros privados no obligatorios cuando tenemos un sistema público de Seguridad Social (art. 41 de la Constitución) que no debe estar tan mal cuando Obama se lo quiere copiar. El problema es que está saturadísimo, porque determinadas personas y grupos de personas van, no ya sólo al médico de cabecera, sino directamente a Urgencias porque les duele el estómago de un empacho, o porque tienen una antigua lesión de rodilla que les está molestando 7 años y van precisamente ahora, mientras que en la misma cola de Urgencias hay un hombre cuyos últimos minutos de vida los va a pasar precisamente esperando su turno en dicha cola, y aquí me paro… Sin embargo sí diré que las compañías de seguros privados (en especial de seguros médicos) son especialmente eficaces para darnos de alta, pero mucho menos para modificar el seguro a la baja o cancelar sus servicios. Lo primero (las altas) se puede realizar sin problemas por teléfono y on line, pero para lo segundo hay que acudir presencialmente a sus oficinas con una serie de documentos que se supone que ya poseen, para ser confusamente atendidos en un horario de atención al público que excluye las tardes y la época estival.
En fin, la cosa es seria. Las referidas prácticas (y alguna más) no sólo nos molestan e incomodan, sino que están vulnerando la Constitución, el Tratado constitutivo y la normativa europea sobre libre mercado y protección de los consumidores; las Leyes de protección de los consumidores (la estatal y las autonómicas); la Ley de protección de datos; la legislación bancaria, y por supuesto, el Código Penal… Los poderes públicos deberían pues perseguir con muchísimo más ahínco tales prácticas.
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