Día a día crece la concienciación pública relacionada con la lucha contra el maltrato animal, con un fuerte activismo en la defensa de los animales. Ello ha llevado a algún despistado a hablar de los derechos humanos de los animales, sin advertir la contradictio in terminis que supone hablar de derechos humanos y referirlos a seres que no son humanos… Pero es preferible obviar la cuestión, para atender el fondo de la misma.
En ocasiones se utiliza la “defensa” de los animales para hacer bandera política, al tan hispánico modo de intentar dar con el asta al adversario, mas que para tratar de ondearla. Y ello ha llegado al ridículo de un grupo feminista que reivindica la abolición del ordeño por ser violencia machista contra los animales. Ignorando que antes de aprender a leer y escribir los humanos habían aprendido a ordeñar cabras, ovejas y vacas en todo el mundo. Siendo además la labor del ordeño una de las más igualitarias, que se practicaba por hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, de toda raza y condición, en todas las culturas…
Es importante tener en cuenta el ánimo conservacionista de quienes atacan ciertas prácticas por lo que supone de maltrato animal. Pero debe también tomarse en cuenta que si no fuera por la cría del toro bravo o del cerdo ibérico, las más importantes dehesas que ayudan a conservar el medioambiente serían reconvertidas en tierras cultivadas, con un daño medioambiental irreparable. Por no hablar de la irreparabilidad para los animales que se quieren proteger.
¿Qué harán los ganaderos de bravo si se prohiben las corridas de toros? Mandar todos los toros al matadero. De hecho la crisis del sector hizo que se extingueran importantes encastes históricos, de los que solamente se han salvado algunas muestras de semen congelado.
¿Qué hará el ganadero de vacas lecheras si se prohibiera el ordeño? Enviar todas las vacas al matadero.
Es evidente que hay ciertas costumbres ancestrales que resultan poco agradables para nuestros conciudadanos urbanitas, criados sin ver una gallina si no es en imagen. Pero la matanza del cerdo se hace degollando al animal, para desangrarlo, tanto para aprovechar la sangre como para una mejor conservación de las carnes. Y la España rural, no disfruta especilamente con los berridos del animal, pero desde hace cientos de años sabe que un buen desangramiento mejora la calidad de los productos de la matanza.
El hombre primitivo fue cazador, muchos miles de años antes de empezar a ser recolector y fijar residencias estables donde pastorear rebaños y labrar y recoger cosechas.
La actividad agrícola de la especie humana ha cambiado la faz de la tierra, haciendo desaparecer inmensos bosques, para sustituirlos por sus campos de cultivo y los pastos para su ganado, agotando recursos hídricos en unos sitios y convirtiendo en regadío tierras de secano. Precisamente quienes son más conservacionistas del campo tradicional son los cazadores, hoy tan denostados, y los explotadores de ganaderías extensivas, en muchos casos casi arruinados.
Es cierto que algunas costumbres ancestrales, como arrojar una cabra viva desde un campanario, parecen anacrónicas e injustificables. Otras, como el alanceamiento del toro de la Vega, podrían tener cierto sentido si sus partidarios hubieran respetado la tradición, sin multiplicar por cientos los caballistas, ni introducir vehículos todo terreno, pero el desmadre visto en las últimas ediciones evidencian que son los particiantes en el evento quienes han roto la tradición. Y es evidente que ni la cabra del campanario ni el toro de la Vega son significativos para la conservación de las especies animales ni para la del campo.
Desde mi modesto punto de vista bastaría una reflexión medianamente seria para encontrar el punto justo en la materia. Pero me temo que peco de ingenuo, pues olvido valorar los derechos humanos de los animales y plantas…
Buen artículo.
Cuando habla de la tradición ancestral del lanzamiento de la cabra por un campanario, ¿podría concretar desde qué época se tiene constancia de dicha tradición? Lo pregunto por desconocimiento, ya que la única referencia que tenía era de mediados del siglo XX.
No obstante, sí hay que sentar una serie de premisas:
1ª) Todo animal doméstico que no tenga utilidad, se extinguirá. Los burros son un ejemplo, pero ni mucho menos el único.
2ª) Los animales no tienen derechos, por la misma razón de que (jurídicamente), no tienen obligaciones. Somos los seres humanos los que tenemos derecho al uso de animales, con la correspondiente obligación de respetar a esos mismos animales.
3ª) No toda tradición ha de matenerse por el mero hecho de serlo. La matanza, por ejemplo, podría mantenerse con la correspondiente evolución que permita el sacrificio animal sin sufrimiento. Imagino que habría puristas en su momento que rechazaron el peto del caballo en la lidia y sin embargo hoy no se admitiría su eliminación.
Y pensar que hace no mucho tiempo nos causaba asombro lo de las «vacas sagradas» y cosas por el estilo…
Respecto a las vacas sagradas, es interesante el razonamiento económico que se hace de las zonas de la India donde son sagradas y donde no lo son. La sacralización geográfica del animal viene dada por la utilidad que el campesino le daba a ese animal.
«La verdad no necesita de cuentos y argumentos, es aburrida porque no está elaborada» es una verdad como un templo.
Todo lo interesadamente PREPARADO Y ELABORADO triunfa en todos sitios (creando todas las injusticias); así es, todo lo que se monta en elaboración, en montaje de muchos egos y retóricas… acaba por derrotar y manipular a todo el mundo.
Por eso, los poderes y el MAL se ríen de todo lo pobreticamente bueno del mundo, ¡que se aplastará más y más!
La luz del Sol no se prepara para ser la luz del Sol, ¡por eso pierde y se niega! José Repiso Moyano