El álgebra inexorable: V = R – E

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Escribía Javier Cercas un buen artículo en el que narraba una curiosa anécdota. Al parecer, una admiradora se acercó a Umberto Eco para comentarle: “Cada vez que NO te veo en televisión me pareces más inteligente”. La reflexión me hizo sonreír y, sin poderlo evitar, la asocié a la situación similar de la actual política española, en la que algunos candidatos, al levantar más expectación que ideas albergan, sólo pueden perder al exponerse.

La sobreexposición debilita, quema, cansa. ¿Por qué? Por una parte, porque nos quita el aura del misterio y nos muestra tal y como somos. Y, en la mayoría de los casos somos menos brillantes, carismáticos, éticos e inteligentes de lo que se nos supone. Y, por otra, cuando nuestras expectativas se encuentran disparadas, nuestra realidad nunca las cubre, por lo que sólo podemos perder al mostrarnos tal y como somos. La conocida fórmula V= R-E se cumple con precisión de reloj suizo de los viejos tiempos. Esto es, que la valoración (V) de cualquier líder o partido político es igual a su realidad o resultado (R) menos las expectativas (E) que nos suscitaron. Y esta es la situación que afecta a Ciudadanos y Podemos; por muy buenos que sean, sus expectativas son aún mayores, luego al mostrarse sólo pueden perder, que así de tenaz es el álgebra, que le vamos a hacer.

Cansados del PP y del PSOE, de sus trapacerías, descalificaciones recíprocas, corruptelas y corrupciones, parecíamos desear algo nuevo que nos redimiera de todas nuestras culpas. Tras tocar fondo en una crisis económica trágica y secular y tras el encarcelamiento de destacados líderes políticos el sistema entero parecía descomponerse. Y fue entonces cuando los nuevos partidos emergentes fueron percibidos como fuerzas redentoras. Personalizamos en ellas nuestro ideal liberador. Ciudadanos y Podemos, Podemos y Ciudadanos fueron idealizadas con la misma intensidad que PP y PSOE satanizados. Mientras que aquellos eran una suma de bondades, estos lo eran de pura iniquidad. Sin apenas conocer sus programas, ni sus equipos, ni sus ideas, las nuevas fuerzas ascendieron al cielo, al menos en cuanto a intención de voto se refiere. Encuesta tras encuesta disputaban con las fuerzas tradicionales la supremacía electoral, sin que conociéramos ni sus obras ni sus gentes. Pero en esa virtud, también llevan su penitencia.

Podemos se convirtió demasiado pronto en partido político. Comenzó entonces a exponerse ante los ojos de los españoles. Sus ideas asustaban, luego tuvieron que moderarse; algunos de sus líderes mostraron manchas en su supuesta ejemplaridad. Se sobreexpusieron y su realidad fue inferior a las expectativas que habían logrado levantar, luego su valoración bajó y su intención de voto comenzó a descender. Ciudadanos inició más tarde su ascenso a los cielos y todavía no ha sido contrastada su realidad, tiempo al tiempo. Por eso, para ellos, mientras menos se muestren, mejor, les interesa es que la expectativa idealizada juegue a su favor. Mientras menos campaña hagan y menos enseñen a sus candidatos, menos intención de voto perderán.

Curiosos tiempos estos en el que la política de imagen se invierte. Desde siempre, los asesores de comunicación lucharon por conseguir apariciones de sus líderes ante los medios de comunicación. Ahora, al menos para los emergentes, se trata de lo contrario, cuanto menos salgan, mejor. Están tan idealizados, son tan altas las expectativas que levantan, que cualquier candidato desmerecerá la visión idílica que de ellos nos hemos levantado. ¿A quién le interesa conocer, por ejemplo, a un candidato de Ciudadanos, cuando ya habíamos pensado votarle hastiados de los partidos tradicionales? Les votamos por lo que representan y no por lo que son; los miramos a través del espejo del ideal y no con la lupa de la realidad. Por eso, mientras más nos duren idealizados, más votos sacarán; mientras menos conozcamos su realidad, más ilusiones albergaremos.

Los partidos tradicionales, la “casta” para entendernos, se lo ha puesto fácil, acumulando desvaríos y agravios en su contra. Sin duda alguna merecían este correctivo severo, aunque nadie deben darles por muertos: aunque debilitada siguen gozando de cierta salud y de capacidad de reacción. Sea como fuere, la nueva dinámica encierra muchos elementos positivos. Los partidos clásicos tendrán que sudar la camiseta y salir de su zona de confort, si quieren seguir siendo opciones con alguna posibilidad, mientras que los recién llegados tendrá que demostrar si de verdad traen ideas y maneras políticas nuevas, o simplemente fueron globos inflados por la coyuntura, pero sin consistencia ni contenido. Ya veremos. Por lo pronto, tenemos por delante un año electoral que nos parece emocionante. Ojalá, finalmente, la “R” tenga más valor que la “E” para todos ellos.

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