La Intervención General del Estado ha publicado las cuentas de la administración pública al cierre del ejercicio pasado. Me parece conveniente repasar su contenido, sobre todo si se considera la extendida opinión de que hemos vivido una época de recortes del gasto público. Debo destacar, una vez más, que no comparto el razonamiento de quienes asimilan el concepto gasto público a bienestar social: el conjunto del gasto público incluye múltiples partidas que nos hemos resignado a considerar inamovibles, aunque no podamos pagarlas.
En la época de bonanza, casi todos los políticos se lanzaron a ofrecer servicios a los votantes con la alegría que proporcionaban los ingresos públicos crecientes; desde la óptica política es un comportamiento que podía parecer lógico. Pero no lo es que cuando se secó el flujo de ingresos, se tardase tanto tiempo en cortar el gasto, y tampoco fue lógico no cuestionarse si había que mantener todas las partidas de servicios y prestaciones que la bonanza financió. No me refiero, por supuesto, a las prestaciones relacionadas con el empeoramiento de la economía (desempleo y prestaciones sociales) que para eso se pagan los impuestos, sino a tantas cosas innecesarias que se han instalado en los presupuestos de gasto público y nadie cuestiona.
Si analizamos las cuentas públicas como si se tratara de una empresa, o de una familia, podríamos decir:
El nivel de ventas, o de ingresos familiares, apenas se ha recuperado desde el punto más duro de la crisis: antes de ella eran 442.000 M €, cayó a 376.000 cuando peor estaba todo, y ha subido hasta 400.000: hay un problema de ventas (ingresos) considerable. Y eso sin comentar que las ventas de la administración pública son impuestas al resto de sectores de la economía, porque la generación de rentas propias apenas pesa en el conjunto de la recaudación pública.
- Los gastos de la empresa o familia no disminuyeron hasta bien entrada la crisis; de hecho, los gastos corrientes (en el cuadro se denomina empleos corrientes) han seguido creciendo al margen de la situación económica general: desde 357.000 M € cuando la economía estaba en su auge, hasta 431.000 al final del año pasado, del que todavía no puede decirse que hayamos superado la crisis.
Para no complicar la lectura, omito muchas cifras del cuadro, pero es destacable que el dato de 2014 muestra 40.000 M. € de gasto por encima de 2006; el desglose de ese mayor gasto es revelador de la política seguida por las administraciones (recuérdese que éste es el dato agregado del sector público):
A la vista de los datos, se concluye que no ha bajado el coste de las prestaciones, ni el total de salarios; se ha disparado el pago de intereses (por el aumento de la deuda) y se han recortado las inversiones.
- El resultado es que esta empresa pierde dinero todos los años; o esta familia está consumiendo su ahorro con rapidez. Hubo un tiempo en que, sin desatender las necesidades sociales de entonces, la administración en su conjunto, cerraba el año con superávit: en 2007 ahorró 22.000 M € (línea saldo total en el cuadro).
Pero como se reaccionó tarde ante la crisis y no se atacó el tema del gasto público innecesario, el descuadre anual llegó a 118.000 M € en el peor momento. Bien es cierto, se podrá decir, que el avance de datos de 2014 indica que el descuadre se ha corregido en parte, hasta 61.000 M. €, pero la pregunta es ¿cómo se mantiene una empresa que todos los años pierde esas cantidades de dinero?, o ¿cómo sobrevive una familia que todos los años acaba en semejante situación?
Evidentemente, alguien tiene que prestar el dinero para hacer frente a los pagos corrientes; en nuestro caso, ese alguien son los inversores del resto del mundo, incluyendo al Banco Central Europeo, que esperan recuperar sus fondos cuando llegue el vencimiento de la deuda pública emitida para financiar el descuadre. Esperemos que sigan confiando en esta empresa, porque si cerrasen la financiación, nos darían un buen susto.
Panorama desolador