Hace muchos años las políticas deportivas de los Ayuntamientos se limitaban al equipo de fútbol local, con sus diversas categorías, a un torneo de chavales por las fiestas y de vez en cuando organizar algún partido de solteros contra casados, para apoyar otras actividades. Y era así con raras excepciones de Municipios con mayor desarrollo deportivo, motivado por una hacienda saneada y la iniciativa de algún vecino entusiasta del deporte promovido. Para el verano se fue imponiendo la necesidad de la piscina municipal.
Ya en la democracia se puso de moda dotar al pueblo, por pequeño que fuera, de un polideportivo, terminando el Siglo XX e iniciando el XXI con el añadido en muchos lugares de la piscina cubierta.
Al llegar la crisis se acabó la posibilidad de acometer nuevas instalaciones, salvo la propina caída con el plan E de Zapatero. Y se acabó no por falta de ganas, sino por la imposibilidad de pagar las obras unida a la insolidaridad de los constructores, que no trabajan sin cobrar, y de los bancos, que no prestan a quien no puede pagar.
Pero como los Concejales de Deportes no se van a quedar inactivos se ha impuesto la nueva moda, las carreras populares. Es una actividad deportiva fácil de costear, al gusto de la gente (por algo se llaman popular de apellido) y muy acorde con la moda actual de correr y de emular la Maratón de Nueva York.
El problema que esta nueva moda provoca no es deportivo, ni financiero, sino sanitario. La gente es convocada a correr, además en muchas ocasiones con fines solidarios, y la gente corre que se las pela. Y además de correr mucho, lo hacen muchos. Pero nadie advierte de los riesgos que el ejercicio físico comporta para quienes no están habituados, ni se exigen unos controles médicos mínimos.
Todos comprendemos que si deportistas profesionales de altísimo nivel han sufrido graves lesiones cardíacas, incluso llegando al fallecimiento, los aficionados de a pie es inevitable que suframos crisis. Pero sin necesidad de malformaciones congénitas poco frecuentes, conviene saber que una persona sedentaria, que no tenga en condiciones adecuadas su aparato cardiovascular, puede sufrir una grave dolencia al practicar actividades que le obliguen a la hiperventilación.
Cierto es que la práctica totalidad de los Ayuntamientos cuentan con seguros de responsabilidad civil que cubren estos eventos, cuando no son contratados seguros específicos, pero la mayor indemnización económica no compensara nunca a quien fallezca o quede impedido.
Evidentemente no se puede pedir a los pequeños Ayuntamientos que si organizan una actividad deportiva sometan a una ergometría (prueba de esfuerzo) a cada uno de los participantes, ni cabe exigir a éstos certificado médico al respecto. Pero sí se puede solicitar un certificado médico simple de que no existe patología conocida que desaconseje la participación, así como contar con servicios de UVI móvil, desfibrilador, etc. en el lugar de celebración.
Nunca olvidaré la fiesta tan feliz que nos prometíamos en la inauguración del estadio de mi pueblo que se acaba de remodelar y se bautizaba con el nombre de Julián Ariza, un querido ex–Concejal fallecido… Para el evento se concertó un partido de exhibición entre un equipo de veteranos del Real Madrid contra las viejas glorias del equipo local, pero la fiesta concluyó en el descanso: uno de los jugadores locales fallecía de un infarto en el vestuario, con menos de 40 años.